Dicen que el pasado
mes de marzo es uno de los más lluviosos que la gente recuerda, y los registros
confirman; hay que irse al marzo de 1947 para encontrar un mes similar en
precipitaciones. Pantanos a rebosar, inundaciones, corrimientos de tierras,
pérdidas importantes, desbordamientos de ríos…, y sin embargo en nuestra
comarca ha sido un marzo normal, tirando a seco. Yo no tengo pluviómetro, ni
llevo registros para afirmar tal cosa, lo digo porque observo un marcador
infalible: las lagunas del monte, como la del raso de Camarzana, que no han
llegado al 50% de su capacidad en años normales. Marzo es inestable, su propio
nombre no es casual. Era el primer mes del calendario romano original de 10
meses, y estaba consagrado a Marte, Dios de la guerra. Se ve que tampoco hacía
bueno para ir a guerrear, así que nada mejor que hacerle fiesta todo el mes y
planear las campañas militares del resto del año. Otro estupendo marcador de su
crudeza es la cultura popular, que atesora dichos y refranes basados en estos bruscos
cambios meteorológicos y sus consecuencias. Un refrán muy oído en Ayoó dice:
Marzo marciella,
no queda cabra ni
“oveilla”,
ni el lobo con sus
zancas,
ni el perro con sus
carrancas,
ni la garduña con sus
uñas,
ni la zorra con sus
mañas.
Un tiempo inevitable,
pues “si marzo mayea, mayo marcea”; o sea, que a principios de la primavera
hace “malo” si, o si. El colmo es un viejo cuento popular divertidamente
recitado por nuestros mayores, con fuertes raíces pastoriles, y comienza a la
antigua usanza:
Una vez había un
pastor muy burlón, al que le gustaba reírse de todo el mundo; los demás
pastores, y el resto de vecinos, solo estaban a gusto cuando este pastor estaba
lejos, solo, en el monte con su ganado. Un día, el penúltimo del mes de marzo,
viendo que el invierno terminaba, suave y generoso, y su ganado pacía sin
pérdidas, bien alimentado, decidió burlarse de aquel mes que otros años
diezmara sus ovejas. El día estaba espléndido, soleado, nada presagiaba los
rigores de otros años, así que subió a lo alto de un monte, y con gran trabajo
juntó en un montón todas las piedras que encontró para subirse más alto e
iniciar una serie de bailes y gestos burlescos hacia el cielo en sus cuatro
puntos cardinales, mientras gritaba a voces:
¡Adiós! Marzo
marzuelo,
tu te vas y yo me
quedo,
con mi rebañito
entero.
Una voz, atronadora y
enfadada, desde el cielo le contestó:
¡Ah!, pastor
pastorayo,
¿”on” te burlas de
mi?.
Con dos días que me
quedan,
y dos me dé mi
hermano abril,
te he de hacer andar
con las pellejas al
hombro,
y las cencerras al
cadril.
En cuestión de
minutos aparecieron unos negros nubarrones que formaron una violenta tormenta;
en medio de rayos, truenos, viento, nieve, lluvia y granizo como huevos de
gallina, al pastor solo le quedó tiempo para arrimarse a un viejo roble seco, y
cubrirse con la capa de pardo que le había acompañado todo el invierno. El fiel
perro se cobijó bajo la capa del amo, y un cordero intentó hacer lo mismo, pero
al carecer de espacio le quedó el rabo fuera, y una piedra de granizo se lo
cortó de cuajo. Al rato, cuando pasó el temporal, el pastor abrió la capa y
encontró todo su ganado muerto, tendido en la hierba. El cordero, inconsciente
de la desgracia, berreaba, corría y saltaba como si nada hubiera sucedido, y el
pastor, triste y escarmentado, le dijo:
¡Rebrinca, borrego
rabón!
que las ovejas de
Marzo…
de Marzo son.
¡¡¡Que chulo Joaquin!!! La capa de pardo, mi padre la tenia igualita que esa. Nos iba a buscar a la escuela cuando llovia y nos traia a mi hermano y a mi debajo, uno a cada lado. Un abrazo Paulina
ResponderEliminarHERMANO , MUY BONITO . Y SOBRAN LAS PALABRAS , PUES YA LO HAS DICHO TODO TU . UN ABRAZO.
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