Prefiero parecer un
extravagante conspiranoico antes que un pasivo descendiente del Reino de León,
que en honor a la historia, esa gran ramera, calle y asienta ante lo que leo,
veo y siento. Este artículo no va de independentismos, ni quiere decir que apoye
el actual estado de las autonomías; si todo el mundo tiene derecho a un mal
rato, quizás éste sea mi mal rato, mi protesta o mi opinión (muy discutible),
que me trae a la memoria una vieja y famosa frase que quizás haya que repetir:
“sin esperar por nadie, León gritó fuera el invasor”
A las pruebas me
remito:
Quien no nos conozca
nos hallará primeramente en un escudo autonómico, como segundo plato detrás y
debajo de Castilla, habrá que agradecer al menos, que nos dejen figurar. Y eso
que “antes que Castilla leyes… concilios, fueros y reyes dieron prestigio a
León”, como acertadamente canta nuestro himno. De aquello solo hacen mil años y
mil batallas, insuficiente razón al parecer, para de no ir solo, ir delante de
la tierra que aquella iniciativa heroica de insurgentes sembrara de castillos, que hasta forma
y nombre le dimos.
En compensación nos
devolvieron otro nombre, el de “cazurros”, con su humillante definición:
Malicioso, tosco, basto, zafio, torpe, o quien profiere o practica groserías. Y
eso a sabiendas, a tenor de los resultados históricos, de un seguro origen
árabe de la palabra, la que describía a un contrincante guerrero leonés como
“el que no cesa”; aquel que solo daba un paso atrás para embestir de nuevo con
su natural tozudez contra los devastadores invasores agarenos.
Porque si, León es
tierra de tozudos y perseverantes cazurros, de incesantes y brillantes genios,
oscurecidos por ladrones de semblanzas que se lucran y presumen de méritos
ajenos. Como es el caso, por la cercanía que me toca, del insigne Maese Don
Pedro Fernández de Fuente Encalada, fundador de la Orden de los Caballeros de
Santiago, natural de Fuente Encalada, como es natural. Solo un cazurro como él,
látigo del opresor, llevaría hasta la muerte como apellido su pueblo,
despreciando inventados linajes nobles, los que ahora sobrestiman su ruin
procedencia, una humilde aldea en los arrabales de la gran ciudad árabe de
Sansueña. Hoy hay tanto escrito sobre él que ya no se sabe ni quien fue. O el
de quien ha dado sobrenombre al idioma español, lengua cervantina: D. Miguel de
Cervantes, a quien nos llevaron para Alcalá de Henares contraviniendo post
mortem su deseo de ser conocido como hijo de su pueblo, Cervantes, en la
Sanabria zamorana, que así firmó sus obras. Como también pretenden llevarnos al
bueno de Guzmán, modelo de cazurro, quien prestó su cuchillo a quienes
cobardemente pedían la rendición de la plaza de Tarifa a cambio de la vida de
su propio hijo. Ya sé donde encontrar la maldad, la torpeza o la grosería que
alude el diccionario, y no es precisamente en León.
Y que decir de los
Pendones, las insignias guiadoras de las mesnadas armadas; el alma de los
pueblos obligados a luchar. Todavía hoy quedan, documentados fotográficamente por
el investigador Jose Antonio Ordoñez, más de 750 en el viejo Reino. El Pendón
se conoce y admira a nivel leonés, que fuera de sus fronteras no es más que un
descalificativo y además machista:
“Persona, especialmente mujer, muy alta, desvaída y desaliñada”, o “Persona
de vida irregular y desordenada”. Y para humillar más su innegable valor cultural,
expresamente recogido en los artículos 6.1 y 6.6 de los Estatutos de Autonomía,
leo textualmente con sonrojo que desfilar con los Pendones es: “Andar sin necesidad ni
provecho de un sitio a otro”, o “Pindongueo, vida holgazana y disoluta”.
Qué poco respeto para las víctimas de aquellas guerras, y que asco de
diccionarios.
El remate a la larga
lista de afrentas que me voy a callar por falta de espacio, aceptando como
afrenta “Vergüenza y
deshonor que resulta de algún dicho o hecho, como la que se sigue de la
imposición de penas por ciertos delitos”, es la llamada “tortolla”, la imagen comercial impuesta
de “Castilla y León”; el símbolo que representa mejor que nada lo anteriormente
expuesto. El vídeo publicitario despeja cualquier duda:
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“El amarillo del fondo es el
color de los campos de cereal CASTELLANO”…”El color amarillo es el color de
NUESTRA TIERRA”… Si miramos el escudo veremos donde está el color “castellano
de nuestra tierra”. Queda claro que las tonalidades variables del púrpura al
carmesí del más antiguo símbolo heráldico de Europa no son aptas para los
daltónicos manipuladores creadores de la “marca de la vergüenza”. Continúa el
narrador con la debacle del “Y León”, reconocido mundialmente como “Cuna del
Parlamentarismo”: “Las erres del logo evocan CASTILLOS y murallas,
ICONOS de nuestra historia…” (repito, esa gran ramera); el castillo es el
icono… de la envidia, por eso no precisamente por desgracia, no hay ni una sola
“ele”, garra o diente de león, ni hubo consenso o igualdad, ni debería haber perdón hasta la
restitución por todos los ultrajes padecidos. Que ironía, o que confabulación
tan mezquina y degradante para nuestro Reino, desde que parece que se nos ha
olvidado para qué se emplea la “i griega”: “para unir palabras o cláusulas en concepto afirmativo”, o
sea, región de Castilla “Y” región de León, como rezan los estatutos de la
autonomía, precedidos por los valores históricos que resumo en estos extractos
del preámbulo del Estatuto de Autonomía de Castilla y León:
Hace mil cien años se
constituyó el Reino de León, del cual se desgajaron en calidad de reinos a lo
largo del siglo XI los de Castilla y Galicia y, en 1143, el de Portugal.
Ya entonces, leoneses
y castellanos (OJO, NO CASTELLANOS Y LEONESES) ofrecieron al mundo ejemplos de
respeto y convivencia entre las culturas diversas que poblaban estas tierras,
ejemplos afianzados a menudo en los Fueros leoneses y en las costumbres y
fazañas castellanas.
Ya entonces, brilló
con luz propia la defensa de las libertades, cuando en 1188 se celebraron en
León las primeras Cortes de la historia de Europa en las que participa el
estamento ciudadano y en las que se documenta, como pacto entre el monarca y
los estamentos, el reconocimiento de libertades a los súbditos de un reino.
A partir de la unión
definitiva de los Reinos de León y de Castilla, acontecida en 1230 bajo el
reinado de Fernando III, la Corona de Castilla y León contribuirá decisivamente
a la conformación de lo que más tarde será España, y se embarcará en empresas
de trascendencia universal, como el descubrimiento de América en 1492. (Esto es
falso, la unión de los reinos no dio lugar a un solo reino “Corona de Castilla
y León”; todavía en 1833 la división territorial comprendía el Reino de León
como las provincias León, Zamora y Salamanca)
También en las
tierras leonesas y castellanas se pusieron en pie las primeras Universidades de
España, etc, etc. (Siempre que se refiere a los habitantes de ambas regiones,
somos leoneses y castellanos. El resto dice Castilla delante, como el burro,
“pa” que no se espante)
Para mi pregunta no
hallo consuelo ni explicación, si esta es nuestra valía… ¿Dónde han llevado Mi
Reino de León?
P.D.- Imagen del encabezamiento: Escudo de armas de León en wikipedia
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Y OLÉ
ResponderEliminarJolines, caspita, Recorcholis, pardiez!!! Vaya rebote, hermano. Y dicen k si. Tienes toda la razón. Y lo que te has callao...
ResponderEliminarQue te conozco. Un abrazo.
Bordao!
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