En su día, me propuse
hacer una trilogía pendonera del norte de Zamora y sur de León: el estudio de
cada uno de los tres valles, extraordinariamente ricos en arqueología y
hermanados en sociedad, como acreditan los numerosos yacimientos y los
incontables lazos afectivos entre naturales de los pueblos de las tres riberas:
Tera, Almucera y Éria. No ha podido ser, todavía es tan grande el patrimonio
que tres de mis pequeños artículos no compensan ni de lejos tamaño proyecto. Así
que seguimos por la zona, siguiendo Pendones, una gratificante afición.
Tras unas cuantas
llamadas de teléfono para localizar rastros y personas que nos abran puertas,
encaminamos un nuevo sábado el coche en dirección Benavente, valle Tera abajo,
con la ilusión y esperanza de hallar algo que llevarnos en las retinas de
nuestras cámaras y libretas. No me canso en agradecer la colaboración, en este
caso, de D. Baltasar, párroco de Santa Cristina de la Polvorosa; de Enrique,
teniente alcalde de éste ayuntamiento; de Jose, presidente de la asociación
cultural Santa Cristina; del señor Benigno, que tan amablemente nos atendió
pese a sus quehaceres, y a cuantos aparecieron en torno a sus Pendones. Siempre
sorprende y agrada tan buena disposición en este tema.
Comenzamos en Santa
Cristina de la Polvorosa, a escasos kilómetros de Benavente, famosa por sus
productos de la tierra, en especial sus quesos. Mis invitados son Jose, de Soto
de la Vega, ya asiduo en mis últimos artículos; Gelo, de Sopeña y Carneros,
Procurador de la Tierra; y Flori, de Posadilla de la Vega, pendonera y nuestra
particular escribiente. Sólo apuntar como un poco de historia, que en esta
comarca Alfonso III El Magno, allá en el año 878, acaudilló la derrota total de
las huestes musulmanas en la batalla de Polvoraria, según dicen ayudado por el
campo de batalla polvoriento y fuerte viento a favor de las tropas cristianas
(he aquí el origen de Polvorosa). D. Baltasar nos abrió las puertas de la
Iglesia, y puso en contacto con Enrique y Jose, para mostrarnos su Pendón y
Pendoneta, recientemente recuperados según los colores originales. Primeramente
desenvolvimos la pendoneta, preciosa y multicolor, muy ligera y manejable.
Consta de una vara de 4,70 m, multilaminada, con lanza torneada de madera. El
paño es de los más llamativos que se pueden ver, de 7 franjas de 25 cm con
pasamanería dorada, de estos colores en sentido descendente: violeta claro,
azul oscuro, azul, blanco, dorado, rojo y verde. Largo de paño arriba 2,40 y
abajo 1,37. Repito, preciosa. La vara del Pendón es igualmente multilaminada,
de 9 m. de larga y coronada por una cruz de 30 cm; una vara demasiado robusta,
nos pareció, para su manejo con comodidad. El paño es muy holgado y tremendamente
bello; 4,80 m de alto, 6,90 de ancho arriba y 3,90 abajo, con los mismos colores
que la Pendoneta. Vestido es un Pendón impresionante; ofrecería mi reino por
llevarlo un rato. Muchas fotos, agradable charla con nuestros anfitriones, un
apretón de manos, y continuamos muy satisfechos nuestro periplo volviendo
carretera arriba.
Segundo pueblo,
Colinas de Trasmonte; y como viene siendo norma, dirección Iglesia, situada por
regla general en lo más alto, en algún montículo si lo hubiere, como es el caso.
Parece ser que por iniciativa de Solidaridad Intergeneracional, financiado por
el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, un popular taller
de arte diseñó y decoró con respetables y respetados graffitis este
entorno para elevarlo a la categoría de bello, de especial. Pues veamos también
los colores que encabezan las procesiones festivas que se celebran el segundo
domingo de mayo, la novena, y el 22 de junio, San Juan.
El señor Domingo nos
enseñó, escondida bajo el coro de la tan pequeña como cuidada Iglesia, una vara
de una pieza finamente labrada de 3,40 de alta rematada con cruz de 20 cm. En
las enormes cajoneras de la sacristía se guardan dos paños abanderados, de 2,10
de altos por 2,60 de largos. Vestimos la vara con el primero: rojo, verde y
rojo, y se lo enseñamos al cielo que comenzaba a querer llover. Varias fotos de
rigor y probamos el segundo, algo más antiguo, que no entra por lo que
suponemos que tenía otra vara. De idénticas proporciones que el anterior,
conserva el color verde del centro, y cambia el de las otras dos franjas
exteriores por el morado. Entonces me ha venido a la memoria una de las más
bellas historias jamás cantadas, mucho morado y poco verde hace “un ramito de
violetas”; y uno de tantos amargos accidentes en nuestras carreteras. Era una apacible
madrugada de agosto que se tornó trágica en segundos, al colisionar un coche que
bajaba de Vigo contra un carro agrícola, resultando heridos el conductor del carro
y su esposa, y dos de los cuatro ocupantes del vehículo. Entre los otros dos,
que fallecieron en el accidente, se encontraba la cantautora Evangelina
Sobredo, conocida como Cecilia, laísta con gusto, que viajaba dormida en el
asiento trasero. Era el año 1976 y tenía tan solo 27 años. Este es mi tributo
para una de nuestras inolvidables; hoy, en el día de Santa Cecilia, patrona de
la música, con quien comparte el nombre artístico. Sin duda aquel
día murió una estrella en Colinas de Trasmonte. Vaya por ella, que músicas y
pendones siempre han ido de la misma mano.
Santa Cristina de la Polvorosa
Colinas de trasmonte
Y el ramito de violetas
Va por ti, Cecilia
No, no se llamaba Cecilia por Santa Cecilia, no. Se llamaba Cecilia por la canción de Simon & Garfunkel, que fue el -hasta el momento- único número uno de la CBS (compañía con la que firmaba los contratos Cecilia con Alfredo Fraile como mánager) tenía en España. Y yo tenía entendido que iba de copiloto -ya ves cómo quedó el coche-
ResponderEliminarSonia
Corregido, gracias por tu lectura.
EliminarPero si parece que iba dormida en el asiento de atrás:
Eliminarhttps://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2013/11/17/final-cecilia/0003_201311V17C9991.htm