Parece que el ser
humano tiende a representar cosas o acciones importantes y trascendentales de
su existencia. Queda bien demostrado en las pinturas rupestres: la caza fue una
actividad peligrosa y necesaria para la supervivencia y así lo reflejaron en las
paredes de las moradas. En el cristianismo, uno de los capítulos más
importantes y menos documentados es el nacimiento de Jesús. Tiene su
explicación: aunque se esperaba un mesías nadie sabía quien o cuando debería
nacer, y solo años más tarde confirmaría ser el elegido con su extraordinaria
personalidad. Tras su muerte era lógica la representación como documento
gráfico, como hecho histórico que ha trascendido literal hasta nuestros días.
En las catacumbas de Priscila, sobre el año 180 un artista anónimo pintó un
fresco con una mujer y un niño en brazos; a su lado un varón apuntando con su
mano hacia una estrella (Foto de arriba de Wikimedia). Se interpreta como la Virgen María y
su hijo Jesús, y el profeta Isaías señalando la estrella de Belén. Ese sería el
primer “Belén” artístico de la historia, el que visitara San Francisco de Asís en
noviembre del año 1223. A la vuelta a su ciudad, Greccio, quince días antes de
Navidad mandó llamar a un hombre bueno llamado Juan y le indicó cómo celebrar
una fiesta en la que se invitaría a las gentes del lugar a ver con sus propios
ojos el misterio del nacimiento de Jesús. Juan decoró una cueva, y construyó un
pesebre entre un buey y un asno para que en la homilía San Francisco explicase
lo que Jesús sufrió en su invalidez de niño, y como fue acostado sobre el heno
entre el aliento de dos animales. Una tierna representación que llegadas estas
fechas seguimos encontrándole rincón en las Iglesias, en nuestros hogares, y en
nuestros corazones.
Hace falta muy poco
para recrear un Belén, en contra de lo que se cree. Simplemente es una mujer,
un hombre y un niño recién nacido. Simbolismo en estado puro; una mujer, un
hombre y un niño que escenifican la familia, la primigenia célula del tejido
social. Esta familia en concreto es especial, desde el momento de ver el niño
como una nueva y mejor forma de vida en el amplio sentido religioso. A partir
de ahí, siempre que haya un respeto moral, la imaginación hará el resto.
Un Belén es un
ejercicio de fe, de creatividad y de ingenio. Hay muchas formas y técnicas
belenistas, hasta el punto de modificarlas cada año por los aficionados a este
arte. Hay belenes históricos que recrean escenas bíblicas, belenes con paisajes
rurales o urbanos, otros son minimalistas, o que resaltan oficios, como el de Camarzana.
Hay belenes construidos con juguetes, como el de hace unos años del museo de
Castrocalbón. También los hay vivientes, y en Ayoó tenemos mucha experiencia y
muy buena calidad, o al menos así me lo parece. Este año en la Iglesia de
nuestro pueblo hemos colocado uno… especial. No digo exclusivo, pero si que es
la primera vez que aquí se hace algo parecido, y por tanto tendremos opiniones
de todos los gustos.
Este año nuestro
Belén es etnográfico, y lo hemos dedicado, después de a la Sagrada Familia, a
nuestros mayores, y a quienes ya no están entre nosotros y tantas veces usaron
las cosas que lo embellecen. Solo hizo falta hurgar en los pajares, en las
paneras, en los desvanes, y seleccionar, porque todo era demasiado. No falta la
rueda de un carro, por el ciclo que puede representar, y en su mismo centro,
sobre el buje, hemos colocado el niño Jesús. Detrás la albarda y el collerón,
necesarias para mover o labrar el sustento de la casa. Talegas y un escriño,
almacén y transporte. Randeros y escobas de abaleo, usadas para barrer sucio y
limpio, cada uno que lo vea a su parecer. Sogas y la red de la paja, son los
lazos que unen. Unas alforjas, que simbólicas para iniciar cada viaje.
Barrilas, el agua fuente de vida. Un rastro, una vienda, un viendo y una
tornadera… las cerandas y cribos: el cereal, el alimento… el pan. Y sobre todo
esto el yugo que nos lleva juntos por la vida, y de no estarlo, nos recuerda el sitio a nuestro lado de esos seres queridos que están lejos de casa en estas fechas tan
entrañables. Esta noche es Nochebuena, la noche mágica de los deseos. El mío
es, por encima de todo, salud y paz para todos, que lo demás… ya vendrá por
añadidura.
FELIZ NOCHEBUENA
Si las ideas se convierten en realidad, la imaginación y unas expertas manos las cubren con el ropaje del arte y las palabras expresan adecuadamente los sentimientos personales del artista el cuadro que se obtiene es digno de museo. Ti Joaquín ¡ formidable la obra y el texto !
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