El invierno de 1992-93
no fue generoso en lluvias o nieves; más bien al contrario, las crónicas lo
recuerdan por seco. Aquel año en nuestros pueblos, las labores del campo
propias de la primavera se adelantaron para aprovechar el poco tempero del
terreno. Apenas había comenzado marzo y ya estaba casi todo ralvado.
En el pueblo de
Fuente Encalada, Pedro Delgado Ferrero, quien fuera muy conocido en el valle
Vidriales, terminaba de arar una parcela cercana al pueblo, en el pago denominado
Teso Sordo. Como suele suceder más a menudo de lo que se quisiera, las rejas se
engancharon hasta detener el avance del tractor. El experimentado agricultor y
experto maquinista lo achacó a la aridez del terreno, cambió a una velocidad más
corta su Fiat, y tras un seco tirón continuó la sucada con normalidad. Pero al
volver con la siguiente frente a ese incidente encontró semienterrada la causa
de la detención: una pizarra. No son propias de la zona, y mucho menos
enterradas, así que detuvo el tractor y bajó curioso a inspeccionarla. De forma
casi triangular, y de unos 40 por 40 centímetros, aquella laja parecía tener
grabadas letras en una de las caras. Retiró con la mano los restos de tierra y
efectivamente, allí había algo escrito. La subió al tractor y terminó de arar
la parcela. Era la hora de comer.
En casa el chorro de
agua del grifo le desveló una grafía extraña, delicada y elegante. Pero solo
entendió un signo en la laja de pizarra, el que la cruza casi por el centro: la
marca de su propia reja. Guardó la piedra y comentó el hecho con sus amigos y
vecinos, a los que siempre invitó a contemplar su hallazgo.
Había transcurrido
algo más de un año cuando recibió la visita de dos personas que se presentaron
como arqueólogas, interesadas en estudiar y después exponer en un museo aquella
pieza. Pedro no hizo objeción alguna, al contrario, colaboró con todas las
explicaciones y respuestas pertinentes. A cambio recibió una simbólica
retribución económica, y años más tarde un ejemplar de la separata de la
revista de Prehistoria y Arqueología Zephyrus, editada en la Universidad de
Salamanca, en la que se publica este extraordinario trabajo que se puede
encontrar en PDF en la red:
En 2001, la novena muestra de Las Edades del Hombre en la
Catedral de Zamora incluyó la ya conocida como “Pizarra de Fuente Encalada”
entre sus piezas expuestas. También se publicó un libro en formato de gran
tamaño y con más de 700 páginas con fotos y características de todo lo
expuesto. La Fundación se acordó de Pedro regalándole uno de los libros, que la
familia guarda junto con la revista Zephyrus y una fotografía enmarcada a
tamaño natural de la Pizarra, en un lugar destacado de la vivienda. Un bonito
recuerdo de una acción noble, como la de compartir una pieza histórica para que
sea estudiada y expuesta en beneficio de todos. Actualmente se puede ver en el
Museo de Zamora.
La parcela de Teso
Sordo se sigue cultivando. Tractores de mayor potencia, y arados más profundos
no han encontrado otros restos de la pizarra que completen el escrito, para
saber a quien o qué iba dedicado. Difícil saber si fue cantero o escribano
quien ahondó en la superficie negruzca con su cincel de punta fina para
inmortalizar su mensaje. Y más difícil es leer entre caracteres
visigóticos-mozárabes, en su mayoría capitales, tan dañados e incompletos. Pero
los estudios arqueológicos han descifrado un fragmento del texto que ayuda a
conocer el misterioso contenido. Se trata de un pasaje de la Pasión de San
Bartolomé, en la que el apóstol maldice al demonio: “Si quieres que no te haga
caer en el abismo, sal de esta estatua y hazla trizas. Luego, vete a los
desiertos donde ni el ave vuela, ni el campesino ara, ni se ha oído jamás la
voz del hombre” (c. 6,4). En algunas oraciones contra los daños atmosféricos se
emplea parte de este pasaje, como se puede ver salvo detalles, en esta pizarra.
También se ha cotejado con otro hallazgo, en el mismo material, en Carrio, del
concejo de Laviana, Asturias. Ambos documentos coinciden en el pasaje de San
Bartolomé, además del encabezamiento y finalización. Pudiera ser, y así parece
aceptado, una filacteria o amuleto contra pedriscos y temporales, datada
posiblemente en un temprano siglo X.
Este tipo de
conjuros, o las oraciones a algunos santos invocando protección, o toques de
campana para alejar o disolver nubes de tormenta, vienen a confirmar la eterna
indefensión de las gentes del campo, agricultores y ganaderos, frente a las
adversidades climatológicas. Se dice, con razón, que “por lo menos una vez en
la vida vas a necesitar un médico, un abogado,
un arquitecto…, pero todos los días, al menos tres
veces al día, vas a necesitar un agricultor” (o
ganadero). Han sido, son y serán tan necesarios que paradójicamente también siguen
siendo el escalafón más bajo de la sociedad, constantemente humillados por los caprichos del mercado. Fieles y luchadores, siempre implorando al cielo, pero afortunados
por tener toda la tierra a sus pies, para ellos mi pequeño homenaje; que
concluyo con un dicho popular:
-
¿De que te quejas, labrador honrao?
-
Unas veces por seco… y otras por mojao.
Muy interesante. No sabía nada de esta pieza. Muy bien escrito, hermano. Eres el mejor.
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