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domingo, 14 de agosto de 2016

El Pendón de San Mamés de Ayoó.








La recuperación y nueva puesta en uso de una pieza histórica popular desaparecida es una tarea compleja, cargada de incertidumbre. Sin intención ni malicia, se corre el riesgo de modificar la verdad, esto es, mentir en la necesidad de responder preguntas cuando el olvido o la omisión han destruido las respuestas. Quienes emprendan tan honroso proyecto, notarán irremediablemente frenados los trabajos al no tener delante el original, obviamente. Para fidelidad nada mejor que la palabra escrita, y aún así no siempre está recogido lo cierto y auténtico; hay intereses o forma de ver las cosas que han cambiado el devenir de los acontecimientos; está demostrado. También se puede contrastar la opinión de los mayores (benditas memorias), y mediar entre las distintas versiones en caso de haberlas. Y por último aplicar la “navaja de Occam”: "En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta". En todos y cada uno de los casos, de querer tenerla, la controversia está servida.

Expuestas y razonadas las bases, se puede comenzar tan bello proyecto que nos retraiga a épocas antepasadas, cuna de nuestra sociedad, principio y explicación de muchas de nuestras costumbres, en resumen, qué somos y de donde venimos. Ésta es la razón de la importancia, pues como dijo el sabio “la verdad nos hará libres”.

Ayoó de Vidriales tuvo su Pendón, como casi la totalidad de pueblos del viejo Reino de León. Razón de más por la condición de villa que vete a saber quien y por qué antaño concedieron a nuestro pequeño pueblo. Un Pendón que ya muy pocos mayores vieron ondear por las calles del pueblo, procesionado en las fiestas sacramentales. Solo algunos destellos en la sorprendente capacidad retentiva de quienes por entonces no eran más que niños lo pueden confirmar.

Alberto Alonso es uno de ellos, y su recuerdo es corroborado por otras personas de su parecida edad. Describe como fue la última salida desde aquella posición adelantada de niño monaguillo, al lado del párroco, justo detrás del Pendón. En la calle que sube desde el frente del ayuntamiento, justo en la esquina a mano izquierda, bajaba la procesión del día de San Bartolo. Llevaba el Pendón al cinto “el ti” Pascual Lobato, y el remo “el ti” Plácido Gutiérrez. Un remolino azotó el paño, perdiendo el pendonero el equilibrio, y yendo al suelo con el consiguiente rumoreo dentro de la comitiva. Los hombros trasladaron al caído a la Iglesia, y en la esquina derecha trasera donde hasta no hace tanto estaba la pila bautismal, reposó largo tiempo. Primero con el paño, después desnuda, la vara cumplió sus últimos años de vida como palo de escoba, para quitar las telarañas en la parte más elevada del templo.

De esta historia hace más de ochenta años, Alberto, y gente más joven recuerdan la vara en la esquina, con paño o sin él, como también recuerdan una segunda vara bastante más corta, apoyada al lado de la primera. Como ahora suele ser normal que un pueblo exhiba Pendón y Pendoneta, antaño no solía suceder, a no ser que una cofradía u otro tipo de congregación contaran con la suya propia. Ayoó de Vidriales en algún tiempo estuvo sembrado de ermitas: la de las Animas, la de la Alhóndiga, la de San Bartolomé, etc, y la de San Mamés. Podemos afirmar que a alguna de ellas perteneció la vara pequeña, y aunque nadie viera ya restos de paño, es fácil que llevara los colores del grande, que por lo visto y leído, también suele suceder.

Hemos buscado escritos que documenten nuestros Pendones; aunque nunca es tarde nada hemos hallado. Del paño poco sabemos, aparte del testimonio de Alberto y sus contemporáneos (algunos ya fallecidos), todavía hay quien recuerda unos restos en las cajoneras de la sacristía, y todos coinciden en un color “parecido a las cubiertas de los libros de la Iglesia”, o sea, encarnado, colorado o carmesí. Y de la misma forma sitúan con gran claridad unas “tiras doradas”, la pasamanería. Es perfectamente evidente que así fuera, así que damos por concluido el rompecabezas.

En el último año una familia ha querido donar un Pendón para San Mamés y cuantas tradiciones estén relacionadas. Puestos manos a la obra, hemos elegido una vara obra del maestro Emiliano, y las labores de costura de Mercedes Pérez, muy conocida en el mundillo folklórico como “Merche la cubanita”. El pasado 7 de agosto, en la explanada de la ermita, hemos visto el deseo cumplido con la bendición de un Pendón de 5,50 metros y su paño carmesí, con bastante seguridad como el pequeño de antaño.

Hoy domingo, hemos ido a buscar al santo para realizar las futuras obras en su casa, la ermita. Con todos los honores, como Dios manda, lo hemos subido a hombros presidido por la que ya consta como su enseña. Ya en la Iglesia llegó caminando Alberto, haciendo un enorme esfuerzo, para conocer el Pendón y rememorar aquellos años de niño monaguillo. La satisfacción brilló en sus ojos, y por reflejo en los míos. Hoy toca dormir tranquilos; la historia en su afán de repetirse nos ha agraciado con un nuevo punto de partida. Velaremos por él.

Informantes: (De entre los muchos)
Laurentino Cano. (DEP)
Alberto Alonso.
Eufemia Álvarez.


Bendición del Pendón. (Foto Marian)

Traída del santo por las obras.








Llegada a la iglesia. (Fotos Marian)




En la Iglesia.


2 comentarios:

  1. Excelente artículo Joaquin y muy buen trabajo el que algunos hacéis para conservar las tradiciones.
    Con tu permiso cojo una de las fotos para publicarla en Twitter

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  2. Enhorabuena, es una hermosa tarea la recuperación y conservación de nuestros símbolos y mas cuando se hace con cariño y dedicación.
    Un abrazo
    Javier López

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