Todos los días, en el
camino al trabajo, paso ante una señal de tráfico de cuatro palabras (deberían
de ser seis, Carracedo también es “de Vidriales”) que siempre me ha parecido
una gran página en el libro de la historia de nuestros pueblos vidrialeses. Tres
líneas que no dejan de hablar de ires y volveres, de levantamientos y
desolación; de intercambio entre el Bierzo leonés y el Vidriales zamorano. Se
me antoja el letrero como la rúbrica que certifica el hermanamiento social y
cultural de estas dos regiones apenas separadas un centenar de kilómetros, tan
unidas antaño y extrañamente alejadas en la actualidad.
El cronómetro de esta
historia comienza a contar en el siglo VII de la mano de San Fructuoso, y
termina en el X con San Genadio. El primero indiscutible poseedor de una
misteriosa aureola que nunca le permitió disfrutar de la forma de vida que
eligió para si mismo, la sencillez, la soledad y la meditación. El segundo
seguidor del primero, de sus valores y sacrificios, hasta el punto de renunciar
a la estabilidad del monasterio de Ageo, o a la comodidad de la silla episcopal
astorgana, para aferrarse a la frialdad de una cueva, la frugalidad en la
alimentación, y la dureza del ascetismo. La perfección espiritual, y el apego
por la naturaleza y sus criaturas, explican esta postura hoy casi inconcebible,
esclavos como somos de un mundo globalizado y consumista.
La obstinación de San
Fructuoso por su alejamiento de la sociedad, paradójicamente, dio como
resultado la fundación de varios centros sociales, por la demanda de
convertirse en monjes seguidores de sus enseñanzas, muy relacionados con el
cuidado del ganado y empeñados en la observancia de las reglas monásticas.
Monjes que se apartaban de esposa e hijos para duro trabajo e instrucción, para
volver con ellos y arrastrarlos en su periplo repoblador. Así pudieron llegar a
Vidriales, camino de Braga (Portugal), donde el santo abad murió obispo. Al
abrigo de Peñacabras y al lado de una generosa fuente fundaría un pequeño monasterio para el valle Vidriales, y las familias se
reunirían en Carracedo o Bercianos, alejados pero en constante contacto.
Quiero recordar que
hasta no hace tanto, la costumbre en Ayoó era el pastoreo, y la comunicación se
restableció con el resto del valle a iniciativa de los ayoínos, al construir
por ellos mismos la carretera que baja hasta Carracedo; hasta entonces los dos
caminos utilizados se volvían intransitables con apenas cuatro gotas de lluvia.
Dos detalles que demuestran que las cosas no ocurren porque sí, que son
consecuencia de la historia.
El monasterio de Ageo
creció en población e importancia, algo en lo que los historiadores parecen
estar de acuerdo. De tal forma que un joven Genadio pide al entonces abad
Arandiselo permiso para abandonar Vidriales y partir hacia el Bierzo a
reconstruir el monasterio que las hordas musulmanas destruyeron en el avance invasivo
hacia el norte. Montes de Valdueza vela con mimo las ruinas del glorioso
monasterio de San Pedro de Montes que reconstruyera Genadio y sus doce
seguidores. Un lugar que llama la atención por la grandeza y la solidez de sus
muros, solo comparables a la perseverancia de los reconstructores. Aquella
partida de Ageo se reconoce como el “viage” de San Genadio. Desde el día que la
conocí solo he contemplado el deseo de repetirla, y he aquí que llegó el día.
Un domingo
cualquiera, de este informal veroño que ya nos asfixia, a media mañana
arrancamos el coche para recorrer la ruta más fiel a la que pudo utilizar San
Genadio desde Ayoó, lástima no poder hacerlo a pié y de ramal a un animal de
tiro, solo se necesitarían de dos a cuatro jornadas de tranquila caminata. Para
comenzar el “viage” tomaron sin duda el camino Nogarejas, que sube por
Requeijo, para cruzar la Chana hasta bajar a la Valdería. Castrocontrigo es
paso obligado usando la línea derecha, que no recta. Todo seguido hasta
Truchas, donde se bifurca la carretera. Hay que buscar la dirección Ponferrada,
y de verdad que comienza la aventura. Un par de pueblos, Baillo y Corporales
nos dejan en manos de las alturas, con una carretera escasa de anchura y
quitamiedos. Los Portillinos (1957m)y el Morredero (1762m) hacen pitar los
oídos, casi tanto como el alma si no hay un momento de parada y disfrute de las
impresionantes y lejanas vistas a lo que dejamos atrás y a donde buscamos ir.
El cielo es inmensamente azul, apenas salpicado por pequeñas nubes que más nos
hacen apreciar los colores celestes y terrenales; precioso, sin más. En la
bajada cansa el ejercicio al volante, derecha izquierda y freno. Las primeras
casas del siguiente pueblo parecieron devolvernos a la civilización, de tanto
devanar por la minúscula pista desierta de vida: San Cristóbal de Valdueza,
vamos bien, al menos por el apellido. Si preguntando se va a Roma, por Peñalba
de Santiago debería ocurrir lo mismo, y así un amable aldeano nos aconsejó
volver unos centenares de metros para encaminar una pista montañesa que bordea
las faldas como una sinuosa cenefa con un firme bastante aceptable y sobre
todo, recomendable. Algunos caminantes nos despertaron la envidia de patear,
disfrutar de todo el esplendor, y revivir los pasos de aquél que nos invitó a
venir. Peñalba nos recibió con un túnel de castañales y un aparcamiento a la
entrada, pues no se puede entrar con el coche. Me parece correcto. Parada para
comer, no sin antes constatar la hermosura del pueblo, tanto como en vías de
declararlo el más bonito de España.
Peñalba de Santiago
es paso imprescindible a la hora de hablar de San Genadio por dos motivos, aquí
se encuentra la cueva donde el santo se retiraba en vida ascética, y aquí
murió, en lo que algún día fue el monasterio de Santiago de Peñalba, mandado
construir por él. Dicen que desde el
pueblo a la cueva hay dos kilómetros, pudiera ser, pero no lo parece. En todo
caso debe de tomarse el camino con calma, recreándose en la extraordinaria
belleza del paisaje y parando cada poco para recobrar el aliento. La cueva no
es para describir, creo que hay que recorrer el camino y dejar fluir las sensaciones,
sin más.
Desde Peñalba, a dos
horas de caminata está Montes de Valdueza. En coche parece que también.
Extremadamente estrecha y sinuosa carretera, hasta el punto de tener que hacer
peligrosas maniobras en caso de cruzarse con otro coche. Pero merece la pena,
lo prometo. Lo mismo que en Peñalba, el pueblo nos recibe con un amplio
aparcamiento, y justo al lado el final del trayecto, las ruinas del monasterio
de San Pedro de Montes.
Pilar, la guardesa
del conjunto arquitectónico, amablemente nos mostró las joyas que guarda la
Iglesia, la historia del lugar, y la forma de vida monacal; pero eso bien
merece artículo aparte, que esto ya se alarga y el personal se me queja.
Indudablemente
existen otras rutas alternativas para ir de Ayoó de Vidriales a Montes de
Valdueza. Dos son muy conocidas y transitadas: la calzada romana Astorga –
Braga que cruza el valle muy cerca al este, y la cañada real Astorga – Alcañices
que lo hace paralela por Cubo de Benavente al oeste. Cualquiera de las dos, y
luego por el camino de Santiago francés dejarían a los monjes a los pies del
Valle del Silencio. Pero Genadio y su grupo, que huyen del ruido social, no
hubiesen elegido rutas transitadas, me inclino a pensar que aparte de ser el
camino más recto, aunque más tortuoso, el descrito es el más adecuado para
llegar al valle del Oza. Pudiera haber una pequeña variante, de Morla a Pozos y
de allí a por encima de Corporales, pero estudiando el terreno creo que es
preferible seguir hasta Truchas, buscando buen abrigo y mejor posada.
San Genadio es fundamental en la historia de Ayoó de Vidriales o de la
de Montes de Valdueza. Ese es un vínculo que nos mantiene unidos, a pesar del
incómodo trayecto que nos separa. ¿Hubo más relación tras la muerte del santo? Indudablemente
si. Y las pruebas están en los retablos laterales izquierdos de las Iglesias de Ayoó y de Montes, ambos con una imagen de San Genadio; no es necesario fijarse demasiado
para comprobar que ambos retablos son de la misma época (quizás el de Ayoó un
poco anterior), mandados construir por las mismas personas y realizados por los
mismos artesanos. Las columnas, las molduras, la cenefa de arriba, las
ménsulas, la predela… fue además el momento elegido para devolver a Genadio en
imagen a lo poco que quedaba del monasterio de Ageo, el que lo inició para ser
uno de los obispos más queridos y respetados de la diócesis astorgana, y el póstumo
reconocimiento a una excepcional y carismática personalidad. Espero y deseo que
en un futuro cercano las dos comarcas revivan su propia historia y el camino no
sea obstáculo para que el lazo de unión que siempre nos ha tenido unidos
prevalezca como nunca debió dejar de hacerlo.
Hasta pronto, Valle
del Silencio.
Hasta siempre, San
Genadio.
"Viage" de San Genadio:
Cueva de San Genadio en Peñalba de Santiago:
Monasterio de San Pedro de Montes, en Montes de Valdueza:
Retablo izquierdo de la Iglesia de Montes:
Retablo lateral izquierdo de la Iglesia de Ayoó:
Lienzo de San Genadio, Ayoó:
(Para ampliar las imágenes clicar sobre ellas)
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