15 de mayo: las
campanas alegran la mañana con repiquetes de fiesta, llamando a una de las
celebraciones de toda la vida en nuestros pueblos, San Isidro Labrador.
Procesión, misa, rogativas… y tarde popular con juegos y merienda; seremos cada
vez menos, pero seguimos identificados con el santito de la reja en la mano y
el ángel guiando sus vacas.
San Isidro vivió en la
época de esplendor del viejo Reino de León, cuando éste sobrepasaba las riberas
del tajo. Fue uno de los mozárabes encargados de repoblar las tierras ganadas
en la reconquista, a principios del segundo milenio. Trabajaba como peón en una
explotación agrícola, y protagonizó el que parece ser el primer caso de
absentismo laboral narrado. Todos los días llegaba tarde a labrar su parte de
la parcela, provocando envidias y mal ambiente entre sus compañeros. Aquello no
tardó en llegar a oídos del patrón, muy contento con la productividad de
Isidro, así que antes de reprobar al trabajador, decidió espiarlo una mañana.
Efectivamente llegaba tarde, aunque lo hacía por oír la primera misa del día;
pero al seguirlo hasta la parcela se maravilló viendo que sus vacas llevaban
rato arando, como si un ser invisible lo estuviese sustituyendo mientras
cumplía con su costumbre religiosa. Éste acontecimiento inspiró a los imagineros
para representarlo con el ángel arando a sus pies como principal atributo.
La nuestra es tierra
de comediantes. Y viene esto a cuento de una remembranza, allá por 1990, cuando
se representó la escena de San Isidro y el ángel en la procesión del día. Una
función teatral y religiosa gestada en el bar del Canto; siendo alcalde Rafael
(Rafa), párroco el bueno de Don Aquilino, y arrendatarios del local municipal
Teodoro e Isabel (Teo e Isa). Felisa llevaba el papel de San Isidro, un oficio
que en contra de lo que alguien pueda suponer, las ayoínas llevaban bien
aprendido hasta la aparición de los tractores. Cecilio representó al ángel, con
túnica celeste y alas en la espalda incluidas. La procesión partió de la
iglesia a la chopa, y por Prepalacio al camino del Rejo, donde se desarrolló la
escena; concluida regresó de nuevo al templo para tener solemne misa. Los
tractores, carros y demás aperos de labranza habían sido aparcados en las
cercanías como testigos mudos de lo que iba a acontecer. Al llegar la procesión
donde “Isidro” araba, se detuvo, lo mismo que él, que abandonó la pareja y el
arado para pedir la bendición del párroco. En ese momento el “ángel” salió de
su escondrijo y continuó el surco encarnando el milagro para maravilla de los
presentes. El mismo Don Aquilino se emocionó, según recuerdan algunas personas
que estaban a su lado. Durante la misa, copiosas ofrendas, entre las que
destacaba una gran paella cocinada por Ismael, “el cocinero”, y el típico ramo, que había sido cantado. Como remate de la
fiesta, comida en abundancia delante del Ayuntamiento para todo el pueblo en
unas mesas que no parecían tener fin, colaborando la Comisión de Fiestas del
año anterior y con lo que cada uno buenamente aportó.
Se dice que
“cualquier tiempo pasado fue mejor”, y sin entrar en melancolías, en nuestros
pueblos así fue desde mediados del pasado siglo. Otro ejemplo es el del
siguiente año, 1991. El día de San Isidro se pusieron las campanas que ahora
tenemos, refundidas de las viejas, que estaban rotas. Corrieron con los gastos
la Sociedad de Cazadores, y en menor parte el Ayuntamiento, en un aproximado
60/40%, todavía siendo alcalde Rafa. Al finalizar, volteo festivo y otra vez
todos a comer, delante del ayuntamiento, como el año anterior. Hay que destacar
la colaboración general en ambos eventos, el generoso aporte bastó y sobró para
la mucha gente que por aquel tiempo habitaba en el pueblo.
Hace unos años,
cuando los instaladores de Saldaña colocaron las campanas del Santuario de la
Virgen del Campo, uno de ellos dijo que se acordaba de un pueblo cercano, de
poner sus campanas y de la comida en la calle. Le recordé el nombre del pueblo,
Ayoó de Vidriales, y que aquella vez también estuve a su lado, ayudando o
estorbando, o ambas cosas, por lo mucho que representan las campanas para
nuestra sociedad rural y para mí en particular. Son el teléfono inalámbrico
gratuito, que lo mismo llama a misa o rosario, que lo hacía a concejo, a soltar
el ganado, a reunión urgente por incendio, o durante todo un día siguen
recordando con tristeza que un vecino ha fallecido.
15 de mayo: en el 26
aniversario de nuestras campanas, San Isidro volvió al campo en figura y
espíritu, en uno de los años más complicados que se recuerdan, para escuchar
las rogativas de protección de nuestras cosechas. Junto a él, como antaño, el
pueblo unido. Estas son algunas de las cosas que gusta recordar, y por
supuesto, que no se deberían dejar perder.
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