Una noticia del
pasado 16 de abril en el digital ILeón (1) apunta “las primeras evidencias
arqueológicas del asedio romano al castro de Las Labradas”. Dos asentamientos
romanos que hostigarían la fortaleza ástur para su conquista. Me parece muy
importante el trabajo del equipo de los arqueólogos leonéses y cántabros, en el
esclarecimiento de los hechos ocurridos unos años antes de nuestra era.
La Opinión de Zamora
se hace eco de la noticia (2) y publica el 2 de mayo el parecer de cinco
investigadores sobre el tema, y en conclusión quitan la autoría romana de uno
de los hallazgos para dársela a los indígenas, haciendo mayor, si cabe, el extraordinario
“oppidum” ástur.
No conozco los
protocolos arqueológicos, pero yo calificaría de dejadez inexplicable las
investigaciones sobre en castro de Las Labradas, posiblemente el mayor de la
zona augustana, y propuesto en varios estudios como la verdadera Lancia.
Son muchísimas las
horas que tan extraordinario lugar me ha robado entre horas de lectura e
investigación autodidacta y muchas más de imaginación; reducir tan inexpugnable
lugar protegido por peligrosos nativos no tuvo que ser cosa fácil. No en vano,
el pueblo ástur fue el último en someterse al yugo romano, y el castro en
cuestión, por cercanía, además ponía en peligro las minas de oro de la
Valdería.
Debido a la falta de
exploración y estudio, ya son varias las hipótesis sobre los movimientos
romanos para el asedio de la super fortaleza de Las Labradas. Incluso yo,
humildemente, he propuesto la ruta, la puerta de acceso de las tropas y algunos
de los necesarios asentamientos para la ocupación y sometimiento de la zona.
Resumiendo, todo
parte desde la vecina Valdería, mi querido pueblo natal. Desde Astorga se vino
desarrollando una calzada de conquista con sus respectivos campamentos a día de
marcha, todo lo necesario para movimientos de tropa y suministros, y en caso
necesario retirada. Pura estrategia romana. Largo trecho y difícil, se me hace
la lucha para pacificar el territorio hasta fundar una base en la Chana de
Castrocalbón. Este lugar, descubierto por Ernest Loewinsohn gracias a los
vuelos fotogramétricos americanos, se ha relacionado con el ejercicio y
disciplina de la tropa romana, meros campamentos de entrenamiento; desde mi
punto de vista erróneamente.
Al menos cuatro
campamentos y una torre de vigilancia son los elementos conocidos de este
lugar, en torno a una caudalosa fuente artesiana que se secó con la prospección
de los primeros pozos artificiales en el valle. Cosa del principio de los vasos
comunicantes en las corrientes freáticas. Un canal extra, conocido como “el
caño de los moros”, baja por el valle desde Nogarejas, por cierto, indocumentado.
Tanto campamento reunido no fue para prácticas, más bien un centro logístico
para planificación y ejecución del sometimiento de los Superatti (3).
Sigo resumiendo: desde
esta zona campamental los romanos trazaron una ruta hasta Ayoó de Vidriales (4),
a un lugar conocido como “el Castrillo” (del latín castrum, fortificación o campamento
militar del ejército romano) con su correspondiente torre de vigilancia para
divisar la ribera del Almucera (los Cañuticos). Desde el Castrillo se conquistó
el castro ástur del Lugar Sagrado sito en la Peña de Abajo (peña, del latín Pinna
“almena”, fortificación o muralla), documentado en una donación en 1154 como “farum”,
traducido como “lugar Sagrado” por Quintana Prieto (6).
Pacificado este castro
trazaron un camino valle abajo hasta San Pedro de la Viña, y levantaron un
campamento en “la Calea”, sirviendo de vigilancia el montículo de la Iglesia (7),
para hostigar el castro “de las Mairas” (8), el de multitud de bancales en toda
su falda, exceptuando el oeste. Al lado del campamento está la “Fuente Vieja”,
o “fuente del lugar”, garantizando el suministro de agua potable. Quirós
documentó en 1788 esta fuente romana: “Dividía la población un arroyo que baja
de la Cabrera y llaman la Almocera, y en medio de las ruinas hay todavía una
fuente de agua muy cristalina y abundante, con sus conductos y capilla de
cantería muy bien labrada, indicios todos de que allí hubo ciudad en tiempo de
los romanos” (9). Ruinas en torno a la fuente: ¿restos campamentales?
Rendido este castro
nada impidió el avance de tropas y la continuación de la calzada que venía
desde Astorga hasta Petavonium, que por simplificar únicamente diré que tomó el
mando desde la nueva posición, con la vista dirigida a Las Labradas. O más bien
todo lo contrario, escondido de su visión directa.
Llegado a este punto,
se necesitó mayor aproximación para el ataque final a uno de los últimos reductos ástur, y
por supuesto el más peligroso. Creo que hay consenso en cuanto que ese
hostigamiento se hizo desde el sur. De todos los investigadores me voy a quedar
con uno, y no porque los demás no sean importantes, si no porque es el más razonado
que conozco y el que mejor se acerca a mi humilde visión de los hechos. Es José
Luis Vicente González, y su artículo “Bellum Asturicum, una hipótesis ajustada
a la historiografía romana y al marco arqueológico y geográfico de la comarca
de los Valles de Benavente y su entorno”. (10)
José Luis observa
acertadamente como en la provincia de Zamora “casi todos los topónimos
relacionados con los moros no tienen nada que ver con la invasión musulmana”,
por eso sitúa un campamento en Cunquilla de Vidriales, en el paraje “Valmoro”.
No entro a discutir ese emplazamiento, que además cuenta con todos mis deseos
de que sea cierto, pero se olvidó de un topónimo mucho más “moro”: Moratones de
Vidriales. La explicación de la relación de los moros con restos romanos pudiera
venir de confundir los norteafricanos con la palabra latina “Murus” o “Muratus”,
que significa “amurallado o defendido por muros”, o con la palabra prerrománica
“Mouro”, que da nombre a habitantes prehistóricos o personas venidas de lejos,
muy relacionadas con el trabajo con piedras. Moratones de Vidriales cuenta en
sus inmediaciones con restos de muros soterrados, incluso se recuerda ver
tégula, pudiendo esta zona ser candidata a nuevo complejo campamental. En la
parte oeste, ya en terreno de Bercianos de Vidriales, propongo un nuevo castra
aestiva que ya sería, por cercanía, adecuado para albergar la tropa que
hostigara el castro de Labradas. O al menos uno más.
A poco más de 500
metros de la última vivienda de Bercianos, en dirección sureste hay un muro lineal
separado en dos mitades, hecho con mampuestos de un tamaño demasiado grande
para ser cerca de huerto o parcela, mucho mas humildes y someros. Desde el
centro de esta edificación hacia el noroeste todavía los mayores de edad
recuerdan un camino ligeramente elevado sobre el terreno y con la superficie de
canto redondo, dividiendo las eras. Desde siempre se conoce como “el camino de
los moros”; curiosamente de nuevo aparece esta palabra para confundir sobre la
autoría, inequívocamente romana, que unía Petavonium con este lugar, y más
tarde se convertiría en la calzada Lusitania – Petavonium.
Sin limpiar
adecuadamente de hierbas y maleza es difícil tomar medidas del muro in situ;
con el SigPac se calcula entre 130 y 140 metros de largo. Si desarrollamos un
rectángulo usando este muro como uno de los lados menores, tenemos una
orientación hacia el castro de Las Labradas, escondido tras Peña Cruz, de 859 m.
de altitud. Por tanto, el espacio de entre los dos muros sería la porta
decumana, y en la opuesta, sin identificar dado lo labrado del terreno,
estaría la porta praetoria, en el sentido de la marcha o encarada al
enemigo, como gran parte de las veces era costumbre.
Las tres propuestas
de campamentos siguen las directrices de Vegecio: “El campamento no debe estar
dominado por terrenos más altos desde los que el enemigo les pueda insultar o
vejar…” “La puerta pretoriana debe dar frente al este o al enemigo. En un
campamento temporal debe dar frente a la ruta por la que marcha el ejército” (11).
Los tres se ubican semiescondidos de la visión directa de cada castro a
conquistar. Son campamentos castra aestiva, construidos en gran parte con materiales
perecederos, y desmontados o abandonados al cumplir el objetivo.
Según Orosio, los
ástures eran extraordinariamente amantes de su libertad, y junto con los
cántabros “los dos pueblos más fuertes de Hispania”. Históricamente hablando, nada
me apena tanto como relatar la posible ruta de la invasión de aquellos
moradores de Vidriales. Porque una cosa está clara, después de los romanos nada
volvió a ser lo mismo. Los pueblos se asentaron en los valles, las rutas
romanas se comenzaron a usar en los desplazamientos, las costumbres se
acomodaron, y un nuevo orden se volvió disciplina. No había plan B, adaptarse o
morir. Y a saberse cuantos eligieron el camino equivocado…
Ayoó de Vidriales.
San Pedro de la Viña.
Bercianos de Vidriales.
Referencias:
(6)
El monasterio de Ageo. Augusto quintana Prieto. Brigecio.
(7)
Carretero Vaquero, S.: “El ejército romano del
Noroeste Peninsular durante el Alto Imperio. Estado de la cuestión”. Gladius
XIX, Madrid, 1999.
(8)
Esparza Arroyo, A., 1987, op.cit.
(11)
F. Vegetius Renatus, libro I, XXII.
Madre mia lo que sabes!!! No se de donde sacas el tiempo!! Muy interesante, como siempre. Un abrazo amigo. Paulina
ResponderEliminarHola Paulina: en este caso no sé casi nada, es sólo una sugerencia y habrá que confirmarla o desmentirla. Un abrazo.
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