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domingo, 8 de noviembre de 2020

Lancia, en Las Labradas, Zamora.


He leído por ahí, que la búsqueda de los lugares y hechos descritos en los textos grecolatinos sobre la invasión romana de Hispania se llama “arqueología filológica”, y que en las guerras contra cántabros y ástures, debido a la escasez de evidencias, se ha forzado repetidas veces la identificación de algunos hallazgos a fin de encajarlos literalmente en la interpretación del arqueólogo. (1)

 

Y la verdad, por la parte que nos toca, resulta tentador vivir en el valle del Almucera o en el del Éria y no fantasear ante la imponente visión de las últimas estribaciones del Teleno que los separan, máxime cuando varias de sus cumbres sirvieron de morada hace más de dos milenios a uno de los pueblos más fuertes y numerosos a los que se enfrentó la apisonadora militar de las legiones de Augusto. Es inevitable conocer los campamentos de la Chana de Castrocalbón o los de Petavonium, el Camino del Obispo o el de los Moros, el castro de Brigecio (2) y no imaginarse la conquista del mayor asentamiento prerromano de la zona augustea, el Castro de las Labradas y sus colindantes. Y particularmente me parece irresistible leer a Estrabón, a Vegecio, a Dion Casio, a Orosio o a Floro, y con tantos ases en la mano no intentar cuadrar sus relatos en nuestra comarca, concretamente los relacionados con la toma de Lancia.

 

De Lancia sabemos que según Plinio era una de las 22 ciudades de los ástures; para Dion Casio fue “la mayor aldea de los ástures” y para Floro la “validissima civitas” (ciudad muy fortificada). Entonces creo que establecer en Villasabariego a Lancia sea causa de la “arqueología filológica”, forzando un “cerro de Lance” bastante mocho a ser una fortificadísima ciudad, además bastante pequeña para ser la mayor (30 hectáreas incluyendo la parte romana en contra de 46 hectáreas originales de Las Labradas - el Marrón). Y si de verdad el topónimo fuese la solución del enigma no habría nada más lejos de Lancia que Villasabariego. En la Hispania prerromana encontramos tal cantidad de topónimos, etnónimos y antropónimos relacionados con “Lancia” que resulta imposible decantarse por un lugar en concreto, sino con un el uso de una palabra de origen hispano: lancea (lanza). Atendiendo a la palabra en sí, prácticamente la totalidad de referencias a Lancia están en Lusitania, casi tan cerca de las Labradas como lo está de Villasabariego, pero en sentido opuesto (3).

 

Recordemos de nuevo el relato de Floro, seguramente interpretando los escritos desaparecidos de Tito Livio, y practiquemos la “arqueología filológica”, por hacer algo de historia novelada o por esclarecer el pasado; que cada cual decida: “Por esta época, los astures habían descendido de sus nevados montes con una numerosa hueste. El ataque no se lanzó, como es habitual entre los bárbaros, temerariamente; sino que, tras haber acampado junto al río Astura, con su formación dividida en tres cuerpos, se dispusieron a atacar los tres campamentos romanos a un tiempo. El choque con hombres tan valerosos, que atacaban tan súbitamente y con tal decisión, habría resultado dudoso y sangriento, ¡y ojalá saldado sólo con una derrota mutua!, de no ser por la traición de los brigecinos, gracias a cuyo aviso llegó Carisio con su ejército. Aunque fue para nosotros una victoria haber aplastado sus proyectos, pese a todo, también el combate resultó cruento. Acogió los restos del derrotado ejército la muy poderosa ciudad de Lancia, donde se combatió con la naturaleza del lugar, a tal punto que, cuando exigieron incendiar la ciudad capturada, el general consiguió con dificultad su perdón, para que fuera testimonio más conspicuo de la victoria romana quedando en pie que siendo reducida a cenizas. Éste fue el fin de las campañas de Augusto, el fin mismo de la revuelta de Hispania”.


Publio Carisio (1)

En primer lugar, se destaca la figura del general que contuvo dos frentes, el primero contra las huestes indígenas y el segundo contra sus propios efectivos, cuando quisieron arrasar hasta los cimientos aquel lugar que tantas vidas y recursos costó conquistar. Publio Carisio, gobernador de la Hispania Ulterior, y comandante de las legiones V Alaudae, X Gemina y VI Victrix, fue expresamente encargado del frente ástur por Octavio Augusto, justo antes de su retiro, cansado y enfermo, a Tarraco. Se da por cierto que la X Gemina estuvo acantonada en Vidriales, en el lugar conocido como Petavonium, "la Ciudad", "Ciudadeja" o “Sansueña”, a una distancia de las Labradas que indica que fue un campamento de control, no de ataque. Algunos autores datan la llegada sobre el 25 a. C. (4). Mi tocayo Joaquín Gómez-Pantoja, en su estudio de la legio X Gémina (5), dice textualmente que “se piensa que la X no debió actuar sola sino formando brigada con otras, primero la legio V -su compañera en Emerita Augusta- y luego con la sexta Victrix, ya que en momentos posteriores ambas dependieron de un mismo legado, estuvieron al parecer acantonadas en campamentos próximos (si no era el mismo) y compartieron mandos, como indica la inscripción del centurión Sabidio. Es, pues, muy probable que alguna de las tres legiones nombradas o las tres juntas participasen en la única acción militar específicamente mencionada por nuestras autoridades en el frente astur, la toma de Lancia.”. En el año 25 a. C. Publio Carisio hace una deducción de veteranos con parte de la X Gemina y V Alaudae, quedando la X Gemina y la VI Victrix, dato que coincide con los escritos de Estrabón, refiriéndose sin duda a Carisio: “Uno de ellos, a la cabeza de dos legiones, vigila toda la zona situada al otro lado del Doúrios, hacia el Norte, (…) dentro de esta región se incluye la parte septentrional, con los ástyres y los kántabroi”.

 

Parece claro también que la campaña contra los ástures ocurrió en el 25 a. C., con la conquista de Lancia. Es importante reseñar que los ástures, para esta batalla, se jugaron todo a una carta: reunir el mayor ejército posible, y atacar a la vez 3 campamentos romanos por sorpresa. Ese es el relato de Floro: “Por esta época, los astures habían descendido de sus nevados montes con una numerosa hueste. El ataque no se lanzó, como es habitual entre los bárbaros, temerariamente; sino que, tras haber acampado junto al río Astura, con su formación dividida en tres cuerpos, se dispusieron a atacar los tres campamentos romanos a un tiempo”. Aquella estrategia a la desesperada les salió mal, porque los brigecinos los delataron, desperdiciándose por completo la ventaja que da un ataque sorpresa.

 

Es razonable pensar que en una sola batalla perdida se perdió toda una guerra, por la gran cantidad de bajas del bando ástur, y la posterior facilidad de conquista de sus semiabandonados castros. Este hecho lo detalla Dion Casio: “Publio Carisio conquistó la ciudad de Lancia, que había sido abandonada, y después muchas otras”. De ahí que concluyera Floro: “Éste fue el fin de las campañas de Augusto, el fin mismo de la revuelta de Hispania”. Es por esto la gran importancia de encontrar la ciudad de Lancia, o al menos la ciudad a la que se refiere Floro y que le asignó el nombre de Lancia. En la época antigua la homonimia llegó a ser más habitual de lo que cabe desear, y dos o más ciudades o tribus recibieron el mismo nombre. (Por ejemplo, los luggones están localizados en lugares tan distantes como el sur de León y el oriente de Oviedo).

 

No soy el primero, ni seré el último en apoyar la hipótesis de establecer en Zamora, en el castro de las Labradas, la famosa Lancia de los ástures (6). Incluso el arqueólogo alicantino Francisco Jordá Cerdá (1914 – 2004), quien fuera director de excavaciones arqueológicas del castro de Villasabariego (León), dejó dicho que “habrá que pensar en una nueva ubicación de Lancia, más de acuerdo con la estrategia y la realidad”.

 

Y para mi hipótesis aportaré un artículo publicado en este blog el 13 de mayo del 2020 (7), donde describo una red de campamentos que refuerza los ya conocidos de Petavonium y la Chana de Castrocalbón, y ampliaré en este artículo. Esta idea parte por la imposibilidad del trazado de la calzada de conquista por la falda del castro de San Pedro de la Viña si estaba activo, para establecer la legio X en Vidriales, venida desde Asturica (Astorga) para la conquista de la zona. Una larga permanencia hasta el 63 d. C. en que es relevada por el Ala II Flavia en el campamento reconstruido que podemos visitar hoy.

 

El escenario prerromano en nuestra comarca era de montes y praderas apenas garabateado con algunas sendas de poca importancia. Seguramente ausencia total, o contados y cortos caminos carretales, puentes más allá de unos troncos atravesados sobre las corrientes, o marcados vados donde las aguas corren más repartidas. Los desplazamientos de los nativos eran en pequeños grupos, al contrario de los efectivos romanos, que trasladaban un gran equipo de caballería, soldados y caravanas de pertrechos, fábricas e intendencia. La mayoría de estas marchas las realizaban en proximidad del enemigo, especialista en ataques sorpresa y emboscadas, por tanto, era fundamental elegir la ruta y luego adecuarla al paso de la tropa, a la posible retirada, y a los sucesivos avituallamientos. La clave del éxito eran las calzadas, primero de conquista, simples pistas niveladas y limpias de vegetación, rematándolas con cunetas de desagüe y capas de rodaje una vez pacificada la zona. Y a día de camino instalaban un campamento según el riesgo de sufrir un ataque. Para entender la estrategia romana tenemos una traducción (8) del Epítoma Rei Militaris, de Flavio Vegecio Renato, donde se detallan los pasos a seguir para el éxito en las campañas militares. Unos ejemplos de los consejos de Vegecio en el orden de marcha: “la caballería debe salir primero y después la infantería; el equipaje, arqueros, sirvientes y carruajes siguen, en el centro, y parte de la mejor caballería e infantería irán a la retaguardia…” “Si el enemigo planea caer en masa sobre vosotros en un país montañoso, se deben enviar destacamentos en vanguardia para ocupar las prominencias, para que por su llegada no osen atacaros en terreno tan desventajoso, con vuestras tropas situadas a mayor altura y presentando un frente listo a recibirles. Es mejor enviar hombres por delante con hachuelas y otras herramientas para abrir caminos que sean estrechos pero seguros, sin obviar el trabajo, en vez de correr más riesgos por caminos mejores.” También explica como acampar: “Hay tres métodos para fortificar un campamento. El primero es para cuando el ejército está marchando y permanecerá en el campamento sólo una noche.” “Pero los campamentos permanentes, tanto en verano como en invierno, en proximidad del enemigo, son fortificados con mayor cuidado y regularidad.” “…sin otras armas que sus espadas, abren una trinchera de nueve, once o trece pies de ancho. O, si están bajo gran acecho del enemigo, la ensanchan hasta diecisiete o diecinueve pies” “… en el interior construyen un terraplén con haces o manojos de árboles bien asegurados con estacas, para que la tierra se aguante mejor. Sobre este terraplén elevan un parapeto almenado” “Y para que los trabajadores no sean interrumpidos repentinamente por el enemigo, toda la caballería y parte de la infantería exentas, por el privilegio de su rango de tales trabajos, permanecerán en orden de batalla ante el atrincheramiento, listos para rechazar cualquier ataque.” Con esta táctica militar tan perfeccionada, todavía es más sorprendente la férrea resistencia de los ástures, rudimentarios en el fondo, desordenados en las formas, e imprevisibles tanto en defensa como en ataque.

 

Parece aceptado que Asturica Augusta fue fundada sobre un castro ástur, asaltado y ocupado con el campamento de la Legio X Gemina (9). Lógicamente es anterior al campamento de la misma legión en Petavonium, que como dije anteriormente estuvo hasta el 63 d. C.. Desde Asturica Augusta esta legión no vino a Vidriales a descansar, sino a cumplir con lo que estaba concebida, la guerra, esta vez bajo el mando de Publio Carisio contra uno de los últimos, mayores e irreductibles pueblos ástures, los Superati. Pacificar la comarca, sobre todo, significaba mano de obra y libertad en la extracción y transporte del oro de la vecina Valdería, el auténtico motivo que podría costear la guerra con amplios beneficios (10).

 

Y para la “batalla de fechas” en la datación de movimientos de las legiones analizando las estelas funerarias, me gustaría añadir que en medio de una guerra, con cientos de bajas y miles de heridos, es imposible sacar tiempo para enterramientos individuales con lápidas labradas decoradas; las prioridades claramente son otras muy distintas. Por tanto, cuando aparecen inscripciones en piedra estaríamos hablando de, al menos, relativa paz. Lo contrario me parece excesiva “arqueología filológica”. Dicha esta obviedad, las fechas de llegada siempre son anteriores, o muy anteriores a las estelas funerarias, al hacerlo en plena declaración de guerra, cuando ambos frentes están completos y decididos para darlo todo por sus ideales.

 

Continuando con las recomendaciones de Vegecio (8) “Si el enemigo planea caer en masa sobre vosotros en un país montañoso, se deben enviar destacamentos en vanguardia para ocupar las prominencias, para que por su llegada no osen atacaros en terreno tan desventajoso”, dicho de otro modo, una legión no se desplazaba entera en campo extremadamente hostil, como sería la comarca vidrialesa, sino que eran enviados destacamentos para preparar defensas y hacer poco a poco menos violenta la llegada de un contingente tan grande. En este caso, la ausencia de montañas era ampliamente superada por la abundancia de tribus indígenas asentada en los castros diseminados valle abajo: el Lugar Sagrado de Ayoó de Vidriales; el castro de las Mairas de San Pedro de la Viña; el Corral de Yeguas de Villageriz; el castro de las Labradas de Arrabalde y el Marrón, ya en Villaferrueña; el castro de la Ermita de San Esteban de Brime de Sog y los castros de la Corona y el Pesadero, en Manganeses de la Polvorosa.


Asentamientos indígenas.

Por otro lado, la única forma de facilitar la llegada y logística del ejército a esta comarca era el desarrollo de una calzada, para contingentes numerosos como la Legio X Gemina y después sería bautizada como la Via XVII del itinerario de Antonino que conectaba Asturica Augusta con Braccara Augusta. Esta calzada hizo un alto en el camino, valga la redundancia, en la Chana de Castrocalbón. Primero un campamento, luego otro, otro más, y así hasta cuatro recintos y una torre de vigilancia convalidan la hipótesis de pequeños destacamentos preparando el terreno y la defensa para la llegada del grueso de las tropas.


Campamentos romanos en la Chana de Castrocalbón. En trazo grueso, calzada.


Una vez que se situaron y tuvieron conocimiento de cantidad y calidad de los indígenas a combatir, trazaron una ruta hasta Ayoó de Vidriales y un pequeño destacamento se asentó en el Castrillo (11), también con su torre de vigilancia. El Castrillo sin duda es un diminutivo de “castro”, del latín “Castrum”, que significa “fortificación o campamento militar”. Es un topónimo todavía hoy usado entre los más mayores de edad en Ayoó de Vidriales: allí están “las viñas del Castrillo”. Fue un campamento de forma rectangular, de aproximadamente 150 por 120 metros. Está orientado según los puntos cardinales, así que podemos incluso imaginarnos sus cuatro puertas: la “porta Praetoria”, de cara al enemigo y al este, la “porta Decumana”, al oeste y parte trasera, la “porta Principalis Dextra” y la “porta Principalis Sinistra” a ambos lados, por donde podría cruzar un viejo camino a las cuevas. El agua potable estaría garantizada por las fuentes que rodean el lugar, la fuente de “el Robedillo”, la fuente de “el Coito” y las de “la Mediana”. Y desde tiempos inmemoriales un canal baja desde “Requeijo” hasta sus inmediaciones; podríamos pensar que es tan antiguo como desde la fundación de este campamento, que tuvo como objetivo neutralizar el pequeño castro del Lugar Sagrado (12), en el flanco derecho astur del Valle de Vidriales.


Camino a Ayoó, desde la zona campamental de la Chana de Castrocalbón.

Camino, campamento y ataque al castro de Ayoó de Vidriales.

Superficie del Castrillo, Ayoó de Vidriales.

Situación de la zona campamental del Castrillo.


Vuelo fotogramétrico 1945-46. Contorno del campamento del Castrillo.

Continúa mi hipótesis con otro camino, que baja por la margen derecha del Almucera hasta San Pedro de la Viña, para acantonar en la Calea. Desde ese punto se desatascaría la calzada detenida en la chana de Castrocalbón, al conquistar el castro de las Mairas de San Pedro de la Viña. Era la única forma de pasar bajo su falda e instalarse en la planicie vidrialesa. La Calea es un campamento al abrigo del teso coronado posteriormente por la iglesia parroquial, que sirvió además para impedir el corte del suministro de agua a Petavonium, a través del caño de Carneros, y garantizar el suministro de agua potable para la tropa, recogida de la fuente “vieja” o “del Lugar”.

 

La Calea fue un campamento de planta rectangular, de aproximadamente 150 metros por 100 metros, 1,5 hectáreas, con esquinas redondeadas como se puede ver en las fotos del vuelo americano de 1945-46. La orientación está bastante cercana a los puntos cardinales. La zona es un humedal, muy adecuada para la caballería, por abundancia de agua y pastos en las cercanías. Todo lo contrario ocurre en Petavonium, un secarral estratégico, pero secarral. Se trazó según los consejos de Vegecio: “El campamento no debe estar dominado por terrenos más altos desde los que el enemigo les pueda insultar o vejar” (8), en el único punto cercano para reducir el castro de las Mairas, ocultado de su visión directa.


Camino, campamento y ataque al castro de San Pedro de la Viña.

Superficie del campamento de la Calea.

Vuelo fotogramétrico 1945-46. Detalle de esquina redondeada.


Vuelo fotogramétrico 1956-57. Contorno de la Calea.

En este punto de la lenta e inexorable invasión romana, la Legio X Gemina pudo instalarse en Vidriales, en un recinto rectangular de 17,5 hectáreas, por la calzada que partía de su campamento en Asturica Augusta. Aquí también se tuvo en cuenta la dominación de terrenos más altos, no porque desde las Labradas les pudiesen insultar, sino porque no podían ver los movimientos de tropa, añadiendo la incertidumbre a la presión de los hostigamientos. De nuevo un destacamento desde allí trazó un camino, destrozado en sus últimos vestigios en Bercianos de Vidriales, ignorantemente, por el Ayuntamiento de Santibáñez de Vidriales, y conocido en la contorna como el camino “los Moros”. El destino era el lugar de los Arenales, también escondido de Carpurias, para establecerse y preparar la llegada de la segunda legión de Carisio: la Legio VI Victrix, que sin duda hizo el mismo viaje que su compañera X Gemina. A mi corto entender, se aprecian huellas del primer campamento destacado, distintas al segundo, que lo envolvió hasta un tamaño similar al de la X.


Calzada y campamento de la Legio X Gemina en Petavonium.

El grande, campamento de la Legio X Gemina . El pequeño, campamento del Ala II Flavia .
(Santiago Carretero Vaquero)


Calzada (camino de los moros) desde Petavonium hasta los Arenales, y campamento.


Camino de los moros en Bercianos de Vidriales y campamento previo al de la Legio VI Victrix,

El campamento de los Arenales fue de planta irregular, para adaptarse al poco espacio que queda entre los primeros montes y un importante remanso del Almucera. El lado sur no conserva ninguna marca, debido a la pendiente y a lo labrado del terreno, pero se podría sugerir el límite como el trazado de un viejo camino. La superficie sobrepasa las 17 hectáreas. Poco estuvo la VI Victrix en Vidriales, quizás algunos inviernos, y una vez establecido el campamento se puede retomar el relato de Floro para continuar la historia.


Campamento de la Legio VI Victrix en los Arenales. Superficie.

Vuelo fotogramétrico 1973 - 1986. Contorno de los Arenales.

“De sus nevados montes” deja evidente que el ataque fue en invierno. Y en invierno los ríos, aunque sean pequeños, son barreras poco menos que infranqueables. El ejército romano aparte de excelente estratega fue un extraordinario constructor de infraestructuras; sus carreteras y puentes se conservan después de dos milenios. Ellos podían cruzar algunos ríos, quizá con dificultad en invierno, pero los ástures no, porque en sus dominios no había ni puentes ni caminos arreglados. Por tanto, bajar de sus nevados montes sólo podían hacerlo cruzando donde los caudales son pequeños y luego siguiendo valle abajo el curso de los ríos.

 

Para llegar desde los “nevados montes”, o sea, desde el Teleno y sus estribaciones al valle de Vidriales se me ocurre el espacio que hay entre la margen izquierda del Tera y la derecha del Éria. Propongo, para el grueso de aquellas tropas, que algunos autores relacionan con los Zoelas, el valle del Éria como una de las mejores rutas, para tomar luego el pequeño valle que encabeza Cubo de Benavente. Al sur de esa población se me antoja una inevitable parada, para informarse de la situación de las tropas invasoras. Los moradores del pequeño castro de la Almena, por proximidad, deberían conocer todos los detalles que no sólo contaron, sino que apoyaron personalmente. La siguiente parada pudo ser las inmediaciones del castro de Camarzana, que hicieron lo mismo, para luego descender valle abajo hasta la comarca de la Polvorosa, porque dice Floro que acamparon junto al río Ástura, el Esla. Esta maniobra siempre estuvo lejos de la visión romana, centrada en las Labradas y sus castros vecinos.


Los ástures acampan junto al Astura.

Los ástures, “con su formación dividida en tres cuerpos, se dispusieron a atacar los tres campamentos romanos a un tiempo”; así que debieron colarse entre las tropas enemigas y el castro ástur, para plantar cara al ejército invasor. Al perder la batalla “acogió los restos del derrotado ejército la muy poderosa ciudad de Lancia”, o sea que retrocedieron hasta la ciudad fortificada. Esta fue la última maniobra de los ástures, avanzar valle arriba, situarse entre los campamentos romanos y el castro de las Labradas, para sumados a ellos atacar la Legio X Gemina, la Legio VI Victrix, y quien sabe, si también el pequeño campamento de la Calea, ocupado por varias cohortes. Creo que es hora de destacar que estos tres campamentos están situados a simple vista, por lo que cualquier señal de alarma en uno sería instantánea para los otros dos. 


Los ástures se dividen en tres grupos y atacan los campamentos romanos.

Dice Floro que Publio Carisio acudió con su ejército. Puede que los mensajeros galoparan sus monturas para entregar los partes de guerra, pero la infantería se desplazaban andando; no podían estar nada lejos. ¿Quizás movilizó todas las tropas acantonadas en los campamentos de la Chana de Castrocalbón completando la pinza? ¿O en el mismo Castrocalbón, al mando de la Cohorte IV Gallorum?


Los romanos atacan Lancia.

Esta es mi hipótesis, para el asalto final de las Labradas. Dice Floro que “El choque con hombres tan valerosos, que atacaban tan súbitamente y con tal decisión, habría resultado dudoso y sangriento”, dato que da a entender que ambos bandos estaban igualados, o quizás superados en cantidad por los ástures. Por la parte romana, dos legiones completas, más varias cohortes (hay autores que calculan unos 20.000 soldados). La masacre indica la reacción de los legionarios, de querer arrasar la ciudad conquistada, a lo que se opuso Carisio “para que fuera testimonio más conspicuo de la victoria romana quedando en pie que siendo reducida a cenizas”.


¿Y qué fue de la “validíssima civitas” de Floro, de aquella ciudad tan grande? Pese a las innumerables bajas, hubo un considerable número de vencidos que fueron obligados a abandonar su castro. Pero tampoco se podían dejar a su libre albedrío, porque la reacción lógica sería reagruparse y volver a la lucha. Posiblemente fueron conducidos a las inmediaciones del campamento de la Legio X Gemina, donde serían fácilmente controlados. Y así los de aquella “civitas” (Ciudad), que recordemos no se destruyó más allá de los daños propios de la batalla, se instalaron en el valle junto a la “cannaba” existente, llegando a extenderse el conjunto hasta las 90 hectáreas. Ptolomeo confirma este hecho al situar a "Asturia, y en ella las siguientes ciudades: (...) De los Superatios, Petavonium". (Superati: denominación latina que puede indicar la ausencia de un nombre común o unidad política. Hay dos propuestas para su significado, "por encima de" (super) un río, o un poblado; y "superados" o "vencidos", y Petavonium podría ser la ciudad de los vencidos, con variedad de tribus). Todavía hoy el lugar se conoce como “la Ciudad”, o “Ciudadeja”, un topónimo que podría recordar el origen de gran parte de sus habitantes (13).

 

La numismática también recuerda aquella cruenta batalla. Publio Carisio mandó acuñar una serie de monedas para dejar perenne su victoria en la batalla de Lancia. Todas llevan en el anverso la efigie de Augusto, con la leyenda IMP(ERATOR) CAESAR AUGUSTUS, y en el reverso distintas e interesantes panoplias con las armas de los vencidos, y la leyenda del vencedor, P(UBLIUS) CARISIUS LEG(ATUS) PROPR(AETORE). Cascos ástures, espadas de antenas, falcatas, las famosas bipennis (hachas de doble filo), caetras (escudos), arcos y flechas, y las inevitables lanzas, que por miles plantaron cara a la invasión romana (14).


(Foto 1)

Para finalizar, y posiblemente rizando el rizo, me atrevo con una última sugerencia. Hay una regla, con las excepciones que le corresponden, para que el río, sobre todo cuando es de cierta importancia, sea el nexo de unión en los nombres de los pueblos de un valle. Véase “de Tera” (río Tera), “de la Valdería” (valle del río Éria), “de Jamuz” (río Jamuz), “de la Valduerna” (valle del Duerna), del Esla (río Esla), de Órbigo (río Órbigo), etc. En valles recorridos por arroyos, o si confluyen varios cauces, el apellido no suele tener relación hídrica. Por ejemplo nuestro valle Vidriales, nombre tentado varias veces por la toponimia para esclarecer su origen. Según Coromines (15) la raíz de la palabra Vidriales sería “betulares”, abedulares, bosques de abedul. Actualmente no hay abedules en Vidriales, no sabemos si en tiempos pasados. Pero sí que abundan otros árboles en la orilla de los cauces, los alisos o humeros, de su misma familia Betulaceae, nombre que procede del celta “betu”.  Por su parte Madoz (16), describe en Rosinos de Vidriales “una cueva en la que se dice fabricaban los moros, basijas de vidrio, trayendo canalizada el agua desde Castrocontrigo (3 leg. de dist.), y de estas fábricas parece toma nombre el valle de Vidriales”. Es interesante la propuesta de Madoz, ya que se fio más del imaginario popular y sus leyendas, que de una exploración de la cueva para comprobar que allí nunca hubo hornos, y la canalización de agua es romana, no árabe. Para Emiliano Pérez Mencía (17) Vidriales es un topónimo verde, del latín “viridem”, no en vano el nombre del arroyo que lo recorre, el Almucera, lo trascribe del árabe A. Maurín (18) como “campo de cereales” o “tierra, campo de labor agrícola” desde testimonios de documentos leoneses.

 

Después de la sugerencia como posible conquista del Castro de Las Labradas por la X Gemina y la VI Victrix, solo me queda proponer también un nuevo origen del latín para la palabra “Vidriales”. Victrix significa victoriosa, y según mi hipótesis estuvo poco tiempo acantonada en nuestro valle. De ahí que sus compañeros de armas, la X Gemina, al señalar desde Petavonium valle abajo (hacia el campamento de la VI) dijeran “el lugar de la victoriosa” con una palabra compuesta de “Victrix” y el sufijo “-alis”, que significa relación o pertenencia: Victrixalis. Posteriormente, para facilitar la pronunciación y la escritura, por asimilación-disimilación cambió “ct” por “d” y perdió la “x”, “Vidrialis” y por fin en “Vidriales”, conocido así ya en documentos de finales del primer milenio.

 

Así fue como Publio Carisio conservó el castro de Las Labradas, la ciudad de LANCIA, “para que fuera testimonio más conspicuo de la victoria romana”, mandó acuñar monedas por la derrota total del último pueblo en ser sometido en Hispania, y nos legó un topónimo de victoria en el norte zamorano.

 

Y en Roma cerraron las puertas del templo de Jano, en señal de paz.

 

Nunca una victoria tan laureada ha pasado tan inadvertida.

 

 

Referencias:

1-Arqueología de la conquista del Norte peninsular. Nuevas interpretaciones sobre las campañas del 26-25 a. C. (Ángel Morillo Cerdán).

2-Brigecio. (Emiliano Pérez Mencía).

3-Lancea, palabra lusitana, y la etnogénesis de los Lancienses. (Martín Almagro-Gorbea)

4-Historia de las legiones romanas. (Julio Rodríguez González).

5-Legio X Gemina. (Joaquín Gómez-Pantoja).

6-Lancia de los astures: ubicación y significado histórico. (Narciso Santos Yanguas). Bellum Asturicum. Una hipótesis ajustada a la historiografía romana y al marco arqueológico de la comarca de “los Valles de Benavente” y su entorno. (José Luis Vicente González).

7-https://eltijoaquin.blogspot.com/2020/05/ruta-campamental-en-vidriales.html

8-Autores de la traducción: Antonio Diego Duarte Sánchez, Jorge Mambrilla Royo, y Alfonso Rodríguez Belmonte.

9-La Urbs Asturica Augusta. (Benedicto Cuervo Álvarez).

10- Ruta romana del oro en la Valdería. (Antonia Marina Justel Cadierno, Javier Fernández Lozano, Miguel Ángel Fernández Morán).

11-https://eltijoaquin.blogspot.com/2016/11/la-bellum-asturicum-de-ayoo.html

12-https://eltijoaquin.blogspot.com/2014/01/desde-el-lugar-sagrado.html

13-La convivencia entre militares y civiles en Petavonium: una oportunidad para el evergetismo de los caballeros romanos. (Agustín Jiménez de Furundarena, Liborio Hernández Guerra)

14-mauranus.blogspot.com/2014/08/casco-hacha-y-punal-la-panoplia-de-un.html

15-Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana. (Joan Coromines).

16-Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, tomo XIII. (Pascual Madoz).

17-Valles de Benavente. Refranes y dichos. Calendario Agrícola. (Emiliano Pérez Mencía).

18-La documentación toponímica medieval. (María del Pilar Álvarez Maurín)

Foto 1

https://www.leonoticias.com/comarcas/201607/05/carisa-legado-antigua-roma-20160705122234.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

 P.D.- Muchas gracias a Alberto González García, por sus aportes bibliográficos.


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