D. Silverio Martínez
Peral, conocido como el ti Silverio, es una de las personas más peculiares del
pasado siglo en el valle Vidriales y desde luego que no merece algunos
artículos en un blog, si no toda una página Web por sus múltiples facetas y su
maravilloso e inacabable sentido del humor. Molinero, electricista, carpintero, mecánico…
inventor, su curiosidad y posterior dedicación por cualquier especialidad
elevan al ti Silverio a la categoría de artista, como un Leonardo da Vinci del
siglo XX; sirvan estas letras como un merecido reconocimiento por su
trayectoria, por sus trabajos artesanales, arte útil en una época de escasez y
falta de preparación, por su solución a las necesidades básicas de los
clientes, humildes habitantes todos ellos de la zona, y desde el máximo respeto
hacia su persona y también su familia, me gustaría reunir algunas de sus muchas
y divertidas historias, que han sobrevivido de boca en boca y aunque en parte
estarán seguramente exageradas, entre todas nos ayudarán a conocer mejor y a
valorar su excepcional personalidad. Una de mis citas preferidas, dice que
“dichoso el hombre que se ríe de si mismo, porque nunca le faltarán motivos de
diversión”. Creo que el ti Silverio encaja perfectamente en el contexto, pues
de otra forma sería imposible narrar y comprender sus peripecias, abarrotadas
de dinamismo e ingenio. Y no me imagino al ti Silverio hablando de facebook, del
i-pad, o del airbag; aunque él, amante y conocedor de las máquinas, del
progreso, se ceñía a los términos contemporáneos, como el borbijón, el pión, o
los cabijales, algunas palabras corrientes que el diccionario, para su
desgracia, no se ha dignado en recoger. Tampoco me lo imagino parado, o
sufriendo con la economía, él era de la generación del trabajo como forma de
mejorar, del ahorro como previsión de futuro y de la familia como concepto de
generosidad. Lo demás sería superfluo y prescindible, evitable para vivir con
sencillez y naturalidad. Se casó con Agustina Peral, con la que tuvo una
extensa prole; tengo el gusto de conocer a algunos de sus descendientes, entre
los que cuento amigos, y con uno en particular relación de “hermano”. El ti
Silverio tenía un molino “de a medias” con su hermano Olegario en la Congostura,
brecha natural abierta de un hipotético lago que pudo ser la cuenca de la presa
de Congosta, pues si nos fijamos, la
Chana , Ayoó Pequeñino, la peña de Santiago, y la parte alta
de Congosta, tenemos cotas entre 869 y 914 metros , con un
desnivel cercano a 80
metros en la presa, quien sabe si un día un torrente no
labró aquella abertura que hoy en parte cierra la moderna presa de hormigón para el
regadío. Encima del molino tenía situada una humilde vivienda, para
hacer más llevaderas las noches de molienda, aunque Olegario vivía en una casa
cercana, hoy centro de turismo rural, y el ti Silverio en el pueblo, y todos
los días allí acudían a trabajar. Una pequeña cocina, un dormitorio y un
gallinero conformaban la segunda planta del edificio de tapia, proporcionando
comida y descanso cuando el trabajo acuciaba. Abajo Coronel, un perro famoso por su
delgadez, defendía, al menos con sus ladridos, la industria; y otro detalle
singular era la cirolal (un ciruelo) que crecía al lado de una de las paredes
del molino, que era “bravo”, es decir, el fruto es pequeño y ácido por falta de
injerto. Lo curioso era que el ti Silverio todas las mañanas antes de comenzar
la tarea cogía un huevo del gallinero y tras hacerle un par de agujeros
succionaba el contenido a modo de desayuno, y lo hincaba en una rama del árbol.
Imaginaros tantos y tantos huevos, posiblemente más que hojas, adornando el
ciruelo; con razón se jactaba de que sus huevos eran conocidos hasta en Madrid.
Otra cualidad del molino era su “mimetismo”, y así lo que en la noche producía harina,
por el día se transformaba en una importante industria maderera: sierra
circular, y más tarde de cinta; una máquina universal combinada (cepilladora,
circular, tupí, regrueso, espigadora, etc); un torno; así como máquinas y
herramientas de todo tipo para la fabricación de carros de vacas; recipientes
para el vino; puertas, ventanas y cualquier necesidad de la construcción;
muebles; aperos de labranza… y un largo etcétera de artilugios, algunos de
propia invención, para solucionar cualquier petición, y todo movido por el agua. Hoy esto no llamaría la
atención de nadie, pero hace casi cien años le dejaría la boca abierta al más
espabilado, y cuentan que una terrible desgracia, el suicidio de un pastor
arrojándose al pilo (balsa de agua que alimenta el “rodesno” (turbina), fue tan
dramático para el ti Silverio que poco a poco fue dejando aquel trabajo hasta
abandonar el lugar que hoy oculta impasible la vegetación. Así, grosso modo, he
intentado describir una persona extraordinaria, espontánea, sutil…, y el
entorno de una inclasificable industria, importante para el desarrollo de nuestra
zona. En sucesivos artículos contaré algunas de las anécdotas y chistes,
clásicos ya en las reuniones en las que haya que contar algo gracioso del valle
de Vidriales, propias del ti Silverio, el maestro vidrialés, que nos ha dejado
una maravillosa historia como legado, y sus peripecias para disfrute. Siento
no haberlo conocido para poder describirlo mejor, yo solo de oídas ya soy… su
ferviente admirador.
Precioso articulo, como todos. Se ve, por la descripcion que haces, que era una persona ingeniosa y creativa. Esperamos mas entregas. Un abrazo. Paulina
ResponderEliminarqué personaje el Ti Silverio! Mis padres me han contado muchas anécdotas de él, era un crack!! espero con curiosidad lo que cuentes!!!
ResponderEliminar