24 de agosto. Ayoó se
engalana y perfuma sus calles con afinoyo para festejar a San Bartolomé Apóstol,
comenzando este año al mediodía por la Santa Misa Sacramental concelebrada por D.
Miguel y D. Felipe, y seguida de la tradicional procesión, amenizada musicalmente
el grupo leonés Bañezaina.
Una vez más, un pueblo que no olvida honra los favores del, dicen, improvisado bombero (espiritual), que con su sola presencia en las calles aplacó un pavoroso incendio, el que antaño arrasaba las humildes casas de madera de los ayoínos. Su nombre verdadero era Natanael, aunque era, y es, conocido por su patronímico arameo: “Bar Tálmai”, hijo de Tolomeo, que ha derivado en Bartolomé. De su Evangelio, declarado apócrifo por el Papa Gelasio, tenemos la explicación de la imagen que preside el retablo mayor de nuestra Iglesia Parroquial, incluso la descripción de la figura que parece retorcerse bajo su pié izquierdo: es el dragón satánico, y medía “de largo mil setecientos codos y de ancho cuarenta. Su rostro era como una centella, y sus ojos tenebrosos. De su nariz salía humo maloliente, y su boca era como la hendidura de un precipicio”. (Un codo equivale aproximadamente a medio metro). El mismo Jesús le mandó a San Bartolomé pisarle la cerviz (parte posterior del cuello), acción que inmortalizaron multitud de escultores para representar al santo. En algunos lugares se le canta una vieja coplilla:
Una vez más, un pueblo que no olvida honra los favores del, dicen, improvisado bombero (espiritual), que con su sola presencia en las calles aplacó un pavoroso incendio, el que antaño arrasaba las humildes casas de madera de los ayoínos. Su nombre verdadero era Natanael, aunque era, y es, conocido por su patronímico arameo: “Bar Tálmai”, hijo de Tolomeo, que ha derivado en Bartolomé. De su Evangelio, declarado apócrifo por el Papa Gelasio, tenemos la explicación de la imagen que preside el retablo mayor de nuestra Iglesia Parroquial, incluso la descripción de la figura que parece retorcerse bajo su pié izquierdo: es el dragón satánico, y medía “de largo mil setecientos codos y de ancho cuarenta. Su rostro era como una centella, y sus ojos tenebrosos. De su nariz salía humo maloliente, y su boca era como la hendidura de un precipicio”. (Un codo equivale aproximadamente a medio metro). El mismo Jesús le mandó a San Bartolomé pisarle la cerviz (parte posterior del cuello), acción que inmortalizaron multitud de escultores para representar al santo. En algunos lugares se le canta una vieja coplilla:
No hay ningún santo
en el cielo
que tenga la honra de Bartolomé,
porque tiene el cuchillo en la mano,
el pellejo al hombro y el diablo a los pies.
Y habéis de saber
que este Santo fue martirizado
porque predicaba nuestra santa fe.
que tenga la honra de Bartolomé,
porque tiene el cuchillo en la mano,
el pellejo al hombro y el diablo a los pies.
Y habéis de saber
que este Santo fue martirizado
porque predicaba nuestra santa fe.
En el paseo matutino por
Ayoó encontré escenas que me han parecido eternas: gentes barriendo y deslavando
las calles, un buen parroquiano (y amigo) picando el afinoyo, prisas de última
hora, recados olvidados… y todos con la clásica expresión “… porque van a tocar
a misa y…”. La Iglesia reúne al pueblo, creencias aparte; hay quien entra,
quien queda fuera… y todos acompañan a la procesión que parece el pistoletazo
de salida para el vermouth en los bares, esa otra reunión imprescindible, como
lo son las actividades lúdicas para pequeños y mayores en las tardes, y las
verbenas nocturnas hasta altas horas de la noche, o mejor, de la madrugada, donde
a estas alturas del verano se comprueba la veracidad del viejo refrán: “En
agosto refresca el rostro”. El rostro o el resto del cuerpo, porque raro es el
autóctono o visitante que no cumple o ha cumplido la vieja tradición de acabar las
fiestas chapuzado vestido en el pilo de la fuente de la Iglesia, precisamente
al lado de donde comenzaron.
Con San Bartolo y San Bartolín también toca otro ritual, uno de los tristes: el de las despedidas. Adiós queridos amigos, compañeros, familiares… agosto se va, y con el las vacaciones. Todo vuelve a la normalidad… ¿o es lo normal lo que se termina? Ya sabéis, el cuento del medio vaso y la autoestima. Adiós, y…
hasta el año que viene.
Con San Bartolo y San Bartolín también toca otro ritual, uno de los tristes: el de las despedidas. Adiós queridos amigos, compañeros, familiares… agosto se va, y con el las vacaciones. Todo vuelve a la normalidad… ¿o es lo normal lo que se termina? Ya sabéis, el cuento del medio vaso y la autoestima. Adiós, y…
hasta el año que viene.
Por lo que veo en las fotos, es verdad lo que me habían dicho. A San Bartolo viene toda la gente que está fuera durante el año.
ResponderEliminar¡¡¡Menuda ambiente que tenéis en la Procesión!!!