Mayo es el mes
espiritual por excelencia. El propio nombre nos evoca el original calendario
que regía en la incipiente Roma del año 753 A.C., ideado por su cofundador y
primer rey, Rómulo. Dentro de las eternas discusiones por la interpretación de
conceptos en la historia, parece aceptado como el mes consagrado a una de solo
tres deidades veneradas en el vetusto almanaque. El primer mes era para el dios
de la guerra, Marte. Abril derivó de aprilis, espuma, cría de cerdos, apertura
u otras mil posibles acepciones, pero de ningún modo fue deidad. Mayo era para
la diosa Maya, diosa de la primavera, de la fertilidad; se la relaciona con
Bona Dea, diosa de la salud y de la riqueza, y se la representaba postrada en
un trono con una cornucopia, el cuerno de la abundancia, apareciendo en muchas
monedas romanas antiguas. Y por último Juno, reina de los dioses. A partir de
ahí, y hasta la reforma del calendario por Julio César, Rómulo no se complicó
la vida y continuó con los dedos de la mano, como hacía con todas las divisiones,
hasta los diez meses de su año: quintilis, sextilis, september, october,
november y december. El poeta Ovidio, justificando tan poca imaginación en la
elección de los nombres, decía de Rómulo que “sabía más de espadas que de
estrellas”, y del 10 “porque es la cantidad de dedos con los que solemos
contar”.
Ya los romanos
celebraban el primero de mayo, haciendo coincidir su fiesta con otra de origen
celta: Beltane. En ella se daba por
finalizado el invierno, comenzaban los trabajos en la agricultura y por ende el
resto de actividades, casi todas relacionadas. Los restos de aquellas
celebraciones se hacen notar hoy, en primer lugar como Día Internacional de los
Trabajadores. En Ayoó, por su condición de pueblo inmerso en pleno campo, perviven en
este mes algunas tradiciones ancestrales y milenarias de culto a la naturaleza.
De los celtas, y
seguramente que ellos de sus antecesores, hemos heredado el ritual del Mayo,
aunque como todo, ha ido evolucionando adaptándose en cada lugar y a cada gente.
La inteligencia de aquellas civilizaciones estaba basada en la observación, y
era imposible quedarse indiferente ante el prodigioso renacer vegetal que
cíclicamente vestía de vida su entorno. En el origen de la ceremonia, largos
árboles eran talados, acarreados y plantados en un lugar destacado de la aldea;
si el bosque era la morada de sus benefactores, traspasar con el árbol sus
toscas murallas era traer protección y prosperidad a la comunidad. En lo más
alto del palo ataban flores y ofrendas, y en su alrededor celebraban reuniones
para acordar los asuntos colectivos. Así aclaramos también otras tradiciones
típicas de la zona, (y perdidas), como son los pendones leoneses y los
concejos. Y típico es el Mayo, con la variante de “colgar” un muñeco en lugar de
flores en lo más alto, aunque últimamente aquí no se tala ni acarrea árbol
alguno y simplemente se utiliza uno de los numerosos postes de tendido
eléctrico.
Éste año tres Mayos
adornan el pueblo, el día en el que se repite otra tradición ancestral, la
bendición de los campos. En las afueras del pueblo, hacia los cuatro puntos
cardinales, se pide fertilidad, cosechas abundantes y alejar las temidas tormentas
y el granizo. Mayo, el más bello de los meses, se ofrece también al milagro de
la vida, a las madres, y a una en especial, es también el mes de la Virgen
María. En la procesión hacia la bendición de los campos, nuestra imagen de la
Virgen del Rosario presidió la comitiva, a la hora que además un invitado de
lujo venía de visita: San Mamés. Reunión emotiva, el santo, la Virgen y la
gente haciendo corro en una mañana nublada, pero primaveral. Nuestro grupo
coral entona cánticos de alegría, Mamés, Prenda Bella…, y de vuelta a la Iglesia para comenzarle una novena,
las campanas voltean en señal de fiesta.
Dicen los viejos
refranes: “Las mañanitas de abril son dulces de dormir; ¿y las de mayo? las más
dulces de todo el año”, aunque para los enamorados “Mes de mayo, mes de la
maldición, que apenas amanece y ya se ha puesto el sol”. Meteorológicamente “Marzo
airoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso”, y “Por Santa Cruz (3
de mayo) el monte y la viña reluz”, aunque otros previenen: “Hasta el cuarenta
de mayo, no te quites el sayo”, porque “Cuando marzo mayea, mayo marcea”. En
fin, cosas de la sabiduría popular; el caso es que la primavera está aquí, ya
ha venido para quedarse. El domingo 3 será el día de la madre, el sábado 9 el
final de la novena de San Mamés y su vuelta a la ermita, y el viernes 15 San
Isidro labrador, otra fiesta popular de arraigo local. Con un par de días de
antelación, felicito ya a todas las madres, y aunque estamos en el mes de las
efímeras flores os regalo una poesía, de las que duran eternamente:
Llevo en el alma la
divina huella
de tu recuerdo, madre
inolvidable;
otras pisadas hay, pero tan bella
ninguna habrá, ni tan
imperdurable.
En tu interior un día
me tuviste,
y en tu interior me llevas todavía.
Nunca al pensar en ti
puedo estar triste,
pues soy tan tuyo
como tú eres mía.
Francisco Álvarez
Hidalgo
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