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viernes, 1 de mayo de 2015

A mayo, florido y hermoso.



Mayo es el mes espiritual por excelencia. El propio nombre nos evoca el original calendario que regía en la incipiente Roma del año 753 A.C., ideado por su cofundador y primer rey, Rómulo. Dentro de las eternas discusiones por la interpretación de conceptos en la historia, parece aceptado como el mes consagrado a una de solo tres deidades veneradas en el vetusto almanaque. El primer mes era para el dios de la guerra, Marte. Abril derivó de aprilis, espuma, cría de cerdos, apertura u otras mil posibles acepciones, pero de ningún modo fue deidad. Mayo era para la diosa Maya, diosa de la primavera, de la fertilidad; se la relaciona con Bona Dea, diosa de la salud y de la riqueza, y se la representaba postrada en un trono con una cornucopia, el cuerno de la abundancia, apareciendo en muchas monedas romanas antiguas. Y por último Juno, reina de los dioses. A partir de ahí, y hasta la reforma del calendario por Julio César, Rómulo no se complicó la vida y continuó con los dedos de la mano, como hacía con todas las divisiones, hasta los diez meses de su año: quintilis, sextilis, september, october, november y december. El poeta Ovidio, justificando tan poca imaginación en la elección de los nombres, decía de Rómulo que “sabía más de espadas que de estrellas”, y del 10 “porque es la cantidad de dedos con los que solemos contar”.

Ya los romanos celebraban el primero de mayo, haciendo coincidir su fiesta con otra de origen celta: Beltane. En ella se daba  por finalizado el invierno, comenzaban los trabajos en la agricultura y por ende el resto de actividades, casi todas relacionadas. Los restos de aquellas celebraciones se hacen notar hoy, en primer lugar como Día Internacional de los Trabajadores. En Ayoó, por su condición de pueblo inmerso en pleno campo, perviven en este mes algunas tradiciones ancestrales y milenarias de culto a la naturaleza.

De los celtas, y seguramente que ellos de sus antecesores, hemos heredado el ritual del Mayo, aunque como todo, ha ido evolucionando adaptándose en cada lugar y a cada gente. La inteligencia de aquellas civilizaciones estaba basada en la observación, y era imposible quedarse indiferente ante el prodigioso renacer vegetal que cíclicamente vestía de vida su entorno. En el origen de la ceremonia, largos árboles eran talados, acarreados y plantados en un lugar destacado de la aldea; si el bosque era la morada de sus benefactores, traspasar con el árbol sus toscas murallas era traer protección y prosperidad a la comunidad. En lo más alto del palo ataban flores y ofrendas, y en su alrededor celebraban reuniones para acordar los asuntos colectivos. Así aclaramos también otras tradiciones típicas de la zona, (y perdidas), como son los pendones leoneses y los concejos. Y típico es el Mayo, con la variante de “colgar” un muñeco en lugar de flores en lo más alto, aunque últimamente aquí no se tala ni acarrea árbol alguno y simplemente se utiliza uno de los numerosos postes de tendido eléctrico.

Éste año tres Mayos adornan el pueblo, el día en el que se repite otra tradición ancestral, la bendición de los campos. En las afueras del pueblo, hacia los cuatro puntos cardinales, se pide fertilidad, cosechas abundantes y alejar las temidas tormentas y el granizo. Mayo, el más bello de los meses, se ofrece también al milagro de la vida, a las madres, y a una en especial, es también el mes de la Virgen María. En la procesión hacia la bendición de los campos, nuestra imagen de la Virgen del Rosario presidió la comitiva, a la hora que además un invitado de lujo venía de visita: San Mamés. Reunión emotiva, el santo, la Virgen y la gente haciendo corro en una mañana nublada, pero primaveral. Nuestro grupo coral entona cánticos de alegría, Mamés, Prenda Bella…, y  de vuelta a la Iglesia para comenzarle una novena, las campanas voltean en señal de fiesta.

Dicen los viejos refranes: “Las mañanitas de abril son dulces de dormir; ¿y las de mayo? las más dulces de todo el año”, aunque para los enamorados “Mes de mayo, mes de la maldición, que apenas amanece y ya se ha puesto el sol”. Meteorológicamente “Marzo airoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso”, y “Por Santa Cruz (3 de mayo) el monte y la viña reluz”, aunque otros previenen: “Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo”, porque “Cuando marzo mayea, mayo marcea”. En fin, cosas de la sabiduría popular; el caso es que la primavera está aquí, ya ha venido para quedarse. El domingo 3 será el día de la madre, el sábado 9 el final de la novena de San Mamés y su vuelta a la ermita, y el viernes 15 San Isidro labrador, otra fiesta popular de arraigo local. Con un par de días de antelación, felicito ya a todas las madres, y aunque estamos en el mes de las efímeras flores os regalo una poesía, de las que duran eternamente:

Llevo en el alma la divina huella
de tu recuerdo, madre inolvidable;
otras pisadas  hay, pero tan bella
ninguna habrá, ni tan imperdurable.
En tu interior un día me tuviste,
y en  tu interior me llevas todavía.
Nunca al pensar en ti puedo estar triste,
pues soy tan tuyo como tú eres mía.

Francisco Álvarez Hidalgo


















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